sábado, 3 de enero de 2009

Los Pozos de la Nieve de Sierra Espuña,
en la Comunidad de Murcia

Datos geográficos

Vista aérea del Parque Natural de Sierra Espuña

Localización

Sierra Espuña es una macizo montañoso de la Cordillera Subbética, situado en el centro de la Región de Murcia, cuyas fronteras naturales son los valles que forman los ríos Guadalentín y Pliego (ambos afluentes de río Segura)

Coordenadas geográficas

Latitud Norte............................................. 37º 48´ - 37º 54
Latitud Este................................................... 2º 4´ - 2º 14´

Alturas importantes

1 - Morrón de Espuña.............................................. 1.584 m
2 - Pedro López........................................................ 1.566 m
3 - Morra de las Moscas............................................ 1.507 m
4 - Morrón de Totana............................................... 1.490 m
5 - Morrón de Alhama.............................................. 1.443 m
6 - Collado Eleuterio................................................ 1.430 m
7 - Cejo de la Ventanica (Pedro Pérez II)............... 1.425 m
8 - Malvariche I........................................................ 1.423 m

En la cara norte del Morrón (1.584 mts) de Sierra Espuña, situado a 30 kmts de la ciudad de Murcia, hay un conjunto de 26 estructuras, de las que sólo 2 se mantienen en buen estado de conservación; son los llamados Pozos de la Nieve, unos grandes pozos cilíndricos para encerrar nieve, también llamados, según su ubicación geográfica, a lo largo de todo el Mediterráneo, como “Neveras, Cavas o Pous de la Neu ”.

Aunque el origen de los pozos de la nieve se remonta al siglo XII, en época musulmana, estas construcciones preindustriales para almacenar la nieve durante el otoño y el invierno y para abastecer de hielo en verano a las poblaciones cercanas, crearía una actividad socioeconómica durante 4 siglos, que permanecería activa y desarrollada por los llamados artesanos de la nieve.

El Morrón, o Mojón como le denominan en la zona, con una altura máxima de 1.584 metros sobre el nivel del mar, se vislumbra desde más de 40 kilómetros.

De la sierra de Espuña, conocida Despuña o España, en otros tiempos, como diera de ella testimonio el rey Alfonso XI en su “Libro de Montería”, al decir que era “buen monte de osos y puerco en invierno”, enumerando este rey las fuentes:

“la fuente de la Carrasca, la del Buitre, la de la Figuera, la de la Plata, la del Prado Mayor, la fuente Bilquiri Despuña et otras fuentes que non son nombradas...”

Esta sierra fue deforestada en el siglo XVIII por el carboneo, el pastoreo abusivo y la fabricación de mástiles para los astilleros de Cartagena, que terminaría con las encinas, acebuches, quejigos y algarrobos. Una serie de lluvias torrenciales cada año provocaría continuas y graves inundaciones de arrastre, entre ellas la del 15 de Octubre de 1879, recordada como “la de Santa Teresa”.

En 1891 se inicia la repoblación de 8.000 hectáreas de la sierra, en lo que constituye su actual bosque, de carrascos de Aleph o Alepo, sabinas, enebros, oxicedros, encinas de Lusitania y álamos, estando la repoblación dirigida y supervisada por el ingeniero de montes Ricardo Codorniu, también llamado y conocido en toda la región de Murcia como “El Apóstol del Árbol" (suegro de De la Cierva y abuelo de De la Cierva Codorniú, también ingeniero de montes.) y del cual existen dos monumentos iguales. Un busto en la capital de Murcia y otro similar en el Morrón.

Sierra Espuña da cobijo a grandes rapaces como el buho real, el buitre leonado y el águila culebrera, que son históricos pobladores de la zona.

Este bosque nuevo da también cobijo a la culebra bastarda y de escalera, el eslizón ibérico, la víbora hocicuda y al zorro y al jabalí.

El arrui, un muflón de las montañas del Atlas, en Marruecos, del que se trajeron hacia 1970 algunos ejemplares, se ha adaptado a este hábitat, formando en la actualidad una numerosa colonia de 2.000 ejemplares, desarrollado en una zona conocida como La Carrasca, que linda al norte con los términos de Totana y Mula, al sur con una serie de terrenos cultivados, la rambla de La Santa y el camino de Totana a Aledo, al este con la carretera de Cieza a Mazarrón y al oeste con la carretera de Totana a Bullas.

En dirección a Totana, pasando por La Santa, está la ermita dedicada a Santa Eulalia, edificada en 1257 por la Orden de Santiago, con unos decorados hechos por los franciscanos en el siglo XVII. Son 11 kilómetros entre abundante arbolado, orillando barrancos, con pinos que cambian después en almendros y naranjos, según dicen traídos aquí por el califa cordobés Abd al Ramán II. El actual término municipal de Totana surge de las antiguas poblaciones de Deitania y Ana, destruidas y arrasadas en una razzia por Abd al Ramán II.

La serranía desciende más adelante hacia la villa de Aledo, “Lugar fragoso y casi inhabitable” en frase escrita por el Papa Julio III y en donde estuvo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, con sus huestes para combatir a los almorávides.

En 1806 cayó una intensa nevada, en que se alcanzaron los tres metros de altura y de esta curiosa efemérides hay una lápida perpetua que lo recuerda.

En 1973 se creó una reserva de caza mayor que ocupa 14.000 hectáreas, de las que 9.000 pasarían a pertenecer al ICONA y hay otras 10.000 que son de montes consorciados en el entorno.

Hoy, esta sierra está atravesada por el Sendero GR7, un sendero de gran recorrido que se inicia en Yugoslavia y que termina en Portugal. Por la Región de Murcia, con un trazado que discurre por la Pedanía de Torre del Rico, en Jumilla, Cañada de la Cruz, en Moratalla, Cieza, Calasparra, Moratalla El Sabinar, concluyendo en La Rogativa

En Sierra Espuña entran en la actualidad tres Concejos municipales: Mula, Totana y Alhama (al-Hamman: el baño termal o “Agua de Dios”, cuyos baños son anteriores a la época árabe) siendo en tiempos todo del Concejo de Aledo.

En 1601 (Siglo XVII) los pozos de nieve deberían de existir ya. El 21 de Julio de ese año, la ciudad de Cartagena acuerda edificar un pozo de la nieve propio para asegurar el abastecimiento de hielo durante el verano.

“Acuerdo del Concejo

...teniendo en cuenta los excesivos calores que en Cartagena hacen, y que la experiencia ha demostrado que el beber con nieve produce salud y excusa y quita muchos achaques, por ser esta ciudad marítima donde acuden muchos príncipes y gente de calidad que carece de este regalo, y ser de utilidad para los propios de esta ciudad, se acuerda se haga una casa (pozo) donde se recoja nieve para el verano, y de allí se vayan trayendo para su venta a precio moderado...

...y que la dicha casa se haga en los términos de Totana o Alhama, en donde más convenga.”


En 1664, el Regidor de la ciudad de Murcia pide que se haga un nuevo pozo de la nieve, y se describe su construcción:

“...pues con los que hay no son bastantes para el abasto. Y hoy se halla en la Sierra don Manuel del Castillo con los maestros que han hecho la casa del albergue a acaballa de perfeccionar.

Croquis de los pozos de la nieve, donde se observan las principales características construccivas

''Habrá 50 palmos de hondo y con su marranada encima de troncos de carrasca y las paredes del pozo han de ser de piedras revocadas por dentro de mortero y un corredor con pendiente y capaz el caño para la salida de agua y poderse entrar para su limpia.

Y asimismo ha de armar cubierta de 11 palmos de alto de piedra y mortero revocada por dentro y por fuera y la madera que fuere necesaria y teja asentada; y ha de hacerse de dicha cubierta una puerta en la forma que en los demás pozos.

Y a los dos lados de los pozos dos brencas con sus tablones de carrasca, que se ajusten. Para lo que se han de dar 6.000 reales de vellón, los 3.000 de ellos antes de empezar la obra, los 1.500 antes de que acabe la obra y los 1.500 restantes luego que esté acabada e inspeccionado dicho pozo''

Murcia, principal propietaria, disponía de 7 pozos y edificios anejos para los obreros y guardas.

Murcia tuvo al Excmo. Ayuntamiento como abastecedor de nieve, dado que era el principal centro de consumo, y a que con la industria de la seda, a lo largo del siglo XVII, pasaría la población de Murcia de “3.964 vezinos” (en torno a 20.000 personas) en 1628 a “5.154 vezinos” (unas 27.000 personas) en el año 1713.

En 1626, según el documento más antiguo sobre este tema conservado en el Archivo Municipal de Murcia, se indica que el Excmo. Ayuntamiento de Murcia y sus pedanías considera el abastecimiento de hielo como un servicio público a dar. Así, se recoge, cuando indica:

“El Concejo encarga a un Regidor del abasto de nieve”

En otro documento, de 1667, se hace constar:

“El Municipio de Murcia no tiene nieve para su abasto,
ni efectos, ni dinero para comprarla”

En una memoria premiada en el certamen científico-literario de El Diario de Murcia, con ocasión de la Feria de 1888, se refleja que hubo un alto consumo, cercano a la pasión, de las bebidas frías que dieron como resultado enfermedades consideradas ya típicas de verano, como “las indigestiones y disenterías ocasionadas por el abuso de bebidas frías y heladas”.

Orihuela tenía “desde tiempo inmemorial” dos pozos. En 1688 consumía en 6 meses 350 cargas, con 8 arrobas por carga, según el Memorial redactado por el Gobernador de Cieza, lo que suponía unos 34.500 kilos de nieve. Así, a finales de verano, consta que uno estaba vacío y otro con siete metros de carga de nieve.

Cartagena poseía 3 pozos y una casa aneja en la que residía un guarda. En el siglo XVII, alcanzaba un consumo similar a Orihuela.

Lorca tenía un pozo, que había construido para su abasto y al que cabían 300 cargas.

Mula, villa de Murcia, estaba fabricando otro, cuya profundidad sería de seis varas y cuya situación se ubicaba entre los de Murcia y el del Cabildo de la catedral. Mula se proveía de los pozos de la nieve de Totana, y como no era suficiente, se construyó un nuevo pozo de la nieve en 1688.

En Puebla de Mula eran los conventos de San Francisco y de las monjas de santa Clara los únicos consumidores, así como algunos particulares, procediendo la nieve del pozo de Don Andrés Mora, de Totana, estando a cargo de los consumidores el pago del transporte.

Jumilla, Yecla y Pinoso se abastecían de un pozo de la nieve existente en la sierra de El Carche.

Algunas comunidades eclesiásticas de la región murciana eran propietarias y explotadoras de pozos de la nieve, mediante un sistema de contratas basadas en la recogida y el porte, exclusivamente, dado que la construcción del pozo de la nieve, el encierro de la nieve y su vigilancia, correspondían al Cabildo, a la hermandad o a la parroquia propietaria, que era quién abonaba los jornales de invierno:

El Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Cartagena (con sede en Murcia) tenía en 1 de Octubre de 1664 un pozo de la nieve al que le quedaban 70 cargas, “porque lo demás lo habían gastado en la ciudad de Murcia los señores de dicho Cabildo”

La villa de Cehegín construyó su pozo de la nieve en la sierra de Burete, de su jurisdicción, que era propiedad de la Congregación de la Virgen de la Soledad, vendiéndose la nieve en un puesto público de la villa. En 1688 se vendieron 60 cargas.

La Pía Memoria del Santísimo Sacramento de la iglesia parroquial de Moratalla tenía un pozo de la nieve, que servía para abastecer al municipio y para llevar algunas cargas de hielo a Caravaca, Cehegín y otros puntos cercanos.

Los pozos de la nieve particulares, hechos para el uso privado de una familia importante o de una serie de alquerías de una misma propiedad y los pozos de la nieve municipales eran, en 1688, un total de 16 en sierra Espuña, pero la nieve se vendía en los pueblos, obteniendo así una rentabilidad adecuada.

En el recuento del siglo XVII, hecho por el Regidor de Murcia en 1696, se indica que ya existe 17 pozos de la nieve en sierra Espuña:

“los pozos de la nieve están construidos en dos lugares distintos y separados por 500 metros, situados a pie del Morrón de Totana, cerca del Collado Mangueta, a 1.490 metros, sobre nivel del mar Mediterráneo, y siendo ellos:

Murcia, 7 y algunos con inmensa hiedra
Cartagena, 3 y dos semiderruidos
Don Eleuterio, 2 y ocultos por la vegetación
Orihuela, 2
Mula, 2
Moratalla, 1 y de buena fábrica”

La capacidad media de los pozos de la nieve era de 1.100 metros cúbicos, siendo el peso específico del hielo 9´17, el total de kilos es de 1.000.000.

La cantidad total de pozos de la nieve en sierra Espuña (26 en total) variaba entre 20.000 y 25.000 toneladas métricas.

Se llegó a considerar la nieve como una regalía de la Hacienda Real, y ya en el siglo XVII se la gravó con diversos impuestos, entre ellos el del quinto, un impuesto correspondiente a la quinta parte de su valor, que no de su peso.

En el siglo XVII era la nieve considerada como un producto muy popular en Murcia, tanto en ciudades y villas, como en aldeas y alquerías.

Totana era el punto de control del tránsito de la nieve y en Alhama, que estaba en la ruta de la nieve, sólo gastaba nieve el Alcalde Mayor, el señor Cura y algunos enfermos.

En Moratalla, la nieve era del pozo de la Pía Memoria, siendo muy escasa la capacidad del mismo.

I - Preparación de la nieve

Esta actividad socioeconómica, desarrollada por los llamados “artesanos de la nieve”, era un oficio que se desarrollaba en dos fases laborales y temporales distintas:

1. Con la llegada de las primeras nieves, se iniciaba la recogida de la nieve en la sierra y su posterior almacenamiento en los pozos de la nieve en las primeras fechas del Otoño.

2. Con la llegada de los primeros días de calor, se iniciaba la extracción del hielo de los pozos de la nieve y su elaboración en bloques para su transporte durante la noche.

La base instrumental de casi todos los trabajos que se contemplan en las “Tres Faenas”, tenían un denominador común: el esparto.

La existencia de espartizales en esta zona subbética queda recogida por Plinio en su obra Historia Natura (Libro XIX – Cap. 2) de 1900 a.C., donde queda descrito el llamado Campus Spartarius, como un atochar que ocupa la zona costera del sudeste ibero, desde Adra (Almería) hasta Alicante (Ciudad).

La explotación y uso del esparto, de sus hojas, para hacer forro de colchones, cestos, seras, serones, costales, capazos, esteras y esparteñas, casi todos estos elementos usados en los pozos de la nieve, se mantiene hasta la actual fabricación del calzado de piel y de otros medios de recogida.

Hoy, el esparto sólo se utiliza para la elaboración de piezas de artesanía popular.

En Sierra Espuña, se iniciaba hacia Octubre la tarea conocida como ''Las Tres Faenas'' :

I – Recogida de la leña

Utilizada para la calefacción y la cocina de las casas de la sierra.

II – Recogida de la atocha

Utilizada para hacer las camas de los trabajadores en la sierra.

III – Recogida de las matas

Utilizadas para establecer una separación en el pozo entre la nieve que se va depositando y prensando y la pared, con el fin de evitar que se derrita aquella.

Un pozo de la nieve en la tarea de recogida de la nieve, es un pozo con dos puertas, una para arrojar la nieve y la otra, enfrentada, de acceso por una escalera fija de obra adosada a la pared del pozo de la nieve.


I - RECOGIDA DE LA LEÑA

Utilizada para establecer una separación en el pozo entre la nieve que se va depositando y prensando y la pared, con el fin de evitar que se derrita aquella.

Cuando coincidía el trabajo preparativo del “encierro de la nieve” en la sierra con las faenas agrícolas de la huerta murciana, a causa de la climatología de la región, en que la lluvia de otoño es necesaria para la siembra del cereal, las “Tres Faenas” se retrasaban a Noviembre, dado que todas las bestias de tiro se movilizaban, junto con los hombres, en una actividad febril en el momento de la siembra, con las primeras lluvias.

II - EL ENCIERRO DE LA NIEVE


De Totana, Alhama, Aledo y Pliego, con las primeras nieves, acudían los hombres para la faena de recogida y encierro de la nieve y, al parecer, todos eran contratados por los propietarios de los pozos de la nieve.

Cada grupo, para cada pozo de la nieve, tenía un área de monte nevado como área de recogida, que se denominaba “El Raso o los Rasos”, y que, según la intensidad de la nieve o de la innivación (el tiempo de permanencia de la nieve en el suelo de la montaña), la faena de recogida de nieve duraba entre cinco a veinte días, y en algunos años llegaría a más, como en 1691, en que se llenaron hasta 5 caleras abandonadas, las cuales, en primavera, se las dotó de una techumbre adecuada, dado que hubo nieve para recoger durante 29 días o cuando la intensa nevada de 1806, en que se llegó a bajar en bestias la nieve a Alhama, Totana y Aledo, en un intento de almacenaje.

La técnica de recogida se hacía utilizando palas y azadones y, en grandes capazos, se transportaba al pozo de la nieve, para ser vertida en su interior. Una vez esparcida y emparejada a ras, se la apisonaba con anchos mazos de madera, hasta que, por compresión, se convertía en hielo. Dado que la temperatura en el interior de cada pozo era muy baja, los trabajadores se iban relevando con cierta frecuencia.

En el fondo y en las paredes, según se iba elevando en altura la nieve, se iba colocando un “paño” o capa de matas. El fondo de cada pozo de la nieve estaba dotado de un sistema de canales que permitía liberar, por debajo, el agua del deshielo y al que se accedía con varas, para librarle de las matas que se desprendían.

Según el Apeo de Totana, de 1690, en cada pozo de la nieve se daba trabajo a una partida de 7 a 9 trabajadores (dado que en aquella fecha eran 23 los pozos de la nieve útiles, 23 pozos por 7 = 161 trabajadores)

En 1700, la ciudad de Murcia pagaría 1.950 peonadas, lo que representa a 100 trabajadores para los 7 pozos de la nieve que poseía el municipio, durante los 19 días (en una época en que ya había útiles sólo 17 pozos de la nieve).

Las palas, los capazos y los mazos, así como las esparteñas (un calzado con suelas de esparto trenzado y cosido y con tela de lona gruesa por cobertura, atado al tobillo con cintas de la misma lona) corría a cargo de cada propietario de pozo de la nieve, así como la comida, siendo todo ello una parte importante de los gastos de explotación.

III - EL TRANSPORTE DE LA NIEVE

Por el sistema de “cargas echadas sobre las bestias” se abonaban los bloques de la nieve extraída del pozo, picando sobre ella para extraerla.

Unas garruchas suspendidas en las cúpulas o desde los tablones sujetos en las puertas, servían para izar la nieve picada que, una vez fuera, se golpeaba de nuevo hasta que, en unas prensas especiales, se unían y constituían un bloque compacto.

Liados en mantas o sacos de arpillera, se los cubría con paja, a fin de evitar el viento cálido, su principal enemigo, y se cargaban en las bestias, iniciando durante la noche el descenso hacia cada ciudad o villa.

El hielo se transportaba de noche hasta Cartagena, Murcia, Lorca, Alhama y Orihuela desde la cara norte del Morrón de Alhama (1.443 mts) y del Espuña (1.584 mts) y desde la cara sur del Morrón de Arriba (1.402 mts)

Dependiendo de la resistencia del mulo y de la pericia del arriero, se llegaba a poner hasta 22 arrobas, aunque la carga considerada como normal era entre 10 a 15 arrobas. La nieve sufría pérdida durante el trayecto y en la distancia a recorrer.

Así, la nieve permitió conservar durante un mayor tiempo los productos perecederos y supuso el inicio de la costumbre de las bebidas frías en verano, cosa que anteriormente sólo era posible en el Reino de Granada.

Cuando en 1924 se abrió en Totana la primera fábrica de hielo, en la misma falda de sierra Espuña, se cerraba, de manera definitiva, una actividad de casi 8 siglos, desde la época musulmana del Reino de Tudmir y en la Murcia cristiana en los que llegó a haber hasta 50 pozos de la nieve, con una rentabilidad cambiante.

El último cargamento de nieve tuvo lugar el 15 de Agosto de 1926 y fue extraída de los pozos de la nieve de Murcia una carga de 107 arrobas de hielo, bajada a Murcia a lomos de 7 acémilas.


Otro tipo de pozo de la nieve durante la recogida y almacenamiento de la nieve. Obsérvese que sólo tiene una puerta de acceso y tiene ventana, pero carece de escalera, ya que hay un techo-suelo de tablas extraer la nieve con poleas y para manipular la nieve en el interior se utiliza una escalera móvil.

Bruno Alcaraz Masáts