domingo, 24 de noviembre de 2013

La Canción de los Hombres
Cuento africano.

Tolba Phanem: Africana, mujer y poetisa.
Phanem Tolba, es una poetisa africana, luchadora por los derechos civiles de la mujer y escritora, posee ese arte de narrar que sirve para enseñarnos la sabiduría de África en "Cançãos del hombre."

Este relato es de esta poetisa africana y siempre suena hermoso y, a la vez, certero.

El relato es conocido por diversos nombres: "La Canción Del Niño", "La Canción De Los Hombres", "La Canción Del Alma"... Todos ellos parecen acertados, porque en todos nos vemos reflejados

Este relato que inserto en el blog es de Tolba Phanem; mujer, poetisa africana, defensora de los derechos civiles de las mujeres en África, que pertenece al Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, del Proyecto Liturgia y Derechos Humanos.

Árbol de la Vida, grupo escultórico de los Makonde,
que viven entre el sur de Tanzania y el norte de Mozambique,
con una pequeña presencia en Kenya.
Cuando permitimos que nuestra cultura vea más allá de nuestro propio ombligo, abrimos la oportunidad de aprender de otras culturas, y cuanto más aprendemos, más nos damos cuenta cuánto nos distanció a nosotros mismos la modernidad de la naturaleza, de nuestra cultura y de nuestra propia alma.

"África en el corazón, África en la mirada..."
de Jammu África, canción de Ismaël Lô (1996).
Este relato, escrito por Tolba Phanem, apareció publicado por ver primera en "Historia y Cultura Afro-Brasileña y Africana en la Escuela" (Medeiros; Eghari, 2008, p. 21), de la Universidad Pontificia Católica de Minas Gerais y posteriormente se tradujo por la Asociación Argentina de Actores, que la publicaría el 1 de Octubre de 2009.

Escribió Tolba Phanem:

"No necesito una garantía firmada para saber que
la sangre de mis venas es de la tierra
y sopla en mi alma como el viento, 
refresca mi corazón como la lluvia
y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado".

Siguiendo los escritos de Ghandi, que decía:

"Conviértete en el cambio que deseas ver en el mundo".


Decía la poeta africana Tolba Phanem:

Womens workis neverd one - Sadie Patterson
"La forma de contrarrestar el odio no es el castigo sino recordar a cada persona quién es en realidad, como dice en uno de sus poemas "llevarlo al centro del poblado y volver a cantar su canción", es mediante el amor que crecemos".

"Cuando permitimos que vaya más allá de nuestro propio ombligo social, en centro del poblado, le abrimos la oportunidad de aprender de otras culturas, y cuanto más aprendemos, más nos damos cuenta cuánto nos distanció a nosotros mismos de la naturaleza, de nuestra cultura y de nuestra propia alma".

Tolba Phanem, mujer en África y poetisa africana, de la que podríamos también decir: poetisa, africana, mujer… y siempre estaríamos diciendo: inmensamente tierna, rotundamente idéntica, afortunadamente hembra.

Sólo una persona enamorada de su tierra, enrolada en la poesía y portadora de su condición de mujer como una irrenunciable bandera de solidaridad y de amor, puede sacar desde lo más enigmático, fértil y mágico de sus entrañas palabras como éstas.

Porque los poetas, las mujeres y África, son igualmente enigmáticos, fértiles y mágicos.

Mujeres y crianzas - Jacques Beaumont
Comparte con todas tus amistades estas palabras. Es el mejor aplauso que se le puede brindar a: Tolba Phanem, mujer, poetisa, africana.

Yo no vivo en África, vivo en Granada, pero sí tengo mi tribu, una tribu inmensa de amistades que entonan canciones en muchos momentos de su vida y es su presencia lo que hace que, para mí, este día sea tan especial.

En días como el de hoy son muchos los que están entonando sus canciones y hoy mi tribu canta su canción para recordar el día en que nací...

La Canción de los Hombres

Niños de la tribu Ubuntu en "El juego de las palabras".

Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño.

Ellas saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás.

Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción.

Luego, cuando el niño va a comenzar su educación, el pueblo se junta y le canta su canción.

Cuando se inicia como adulto, nuevamente se juntan todos y le cantan.

Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción en voz de su pueblo.

Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama y del mismo modo que hicieron en su nacimiento, le cantan su canción para acompañarle en el viaje.

En esta tribu, hay una ocasión más en la que los pobladores cantan la canción.

Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se le lleva al centro del poblado y toda la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces... le cantan su canción.

La tribu sabe que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo, sino el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros.

Tus amigos conocen tu canción, y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que a veces muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo, tu totalidad cuando estás quebrado, tu inocencia cuando te sientes culpable, tu propósito cuando estás confundido.

Cuento africano escrito por Tolba Phanem en 2007.

Bruno Alcaraz Masáts © 

domingo, 6 de octubre de 2013

Visita de Hans Christian Andersen
a Granada en 1862



«También yo soñaba con España; 
soñaba con los ojos abiertos y la mente despierta,
a la expectativa de lo que iba a desplegarse ante mis ojos.»

En el mes de julio de 1850 el arquitecto y pintor danés Ferdinand Meldahl salió de Copenhague en un velero, el Hermodia, yendo a Málaga, donde desembarcó el 23 de julio y desde donde tomó la diligencia a Granada y en la Fonda de San Francisco halló y alquiló una hermosa habitación.

Óleo de Ferdinand Meldahl , pintado en 1882 porPeder Severin Kroger.
En una carta a su amigo Jacob Kornerup escribió:

"La Alhambra es una maravilla, una composición de formas elegantísimas. Pero el perfume de este paraíso no existe ya, en parte por causa de la visión constante de los esclavos, que trabajan aquí y, parcialmente a causa de las devastaciones producidas por los dientes del tiempo y los ensayos tontos de restablecimiento, que se continúan desgraciadamente de la más bárbara manera. Los domingos solamente se puede gozar tranquilamente de las impresiones en encantadora soledad..."

En este viaje a España, visitó Granada y la Alhambra y durante su estancia en Granada hizo dos hermosas acuarelas del Patio de los Leones, que ya no existen porque todos los otros dibujos artísticos de Meldahl ardieron en 1916, cuando ardió la casa de su hijo en Frederisksstad, en Noruega.

En Septiembre de 1850 llegaría a Granada el arquitecto, pintor y arqueólogo danés Jacob Kornerup, que se hospedaría en la Fonda la Mesa Redonda:

Fotografia de Jacob Kornerup tomada en 1900.
"A las dos de la noche llegamos a Granada. Siempre es un poco extraño llegar a una gran ciudad desconocida a tal hora, cuando todo está envuelto en las tinieblas y la población duerme. En vano el viajero intenta formarse una idea de las calles y de las casas, que se presentan indecisas y fantásticas. En el Correo, donde paramos, tuvieron que ser descargados todos los paquetes, antes de que hallara una persona que pudiera asistirme.

Por último logré encontrar un mozo para llevar mi maleta en su dorso y anduve a la busca de La Mesa Redonda, una fonda, que me había sido recomendada".

Jacob Kornerup realizó dos pinturas en Granada, una de ellas sería El paisaje de la Alhambra y Sierra Nevada.

El paisaje de la Alhambra y Sierra Nevada.
El 9 de enero de 1862, el escritor danés Hans Christian Andersen habló con Ferdinand Meldahl y, posteriormente, escribió una carta a su amigo danés Jacob Kornerup, que ya había viajado por España y en esta carta Andersen le pedía información sobre cuál sería la mejor fecha para viajar a España:

Copenhague, 9 de enero de 1862

Querido Kornerup!
Gracias sinceras por su carta y rápida y determinada letra! el inflamatorio, incluso fuerte deseo es más fuerte conmigo a ver la España gloriosa! La gran presteza que actualmente tienen los que la han visitado y esto causa ahora que ya tengo un par de horas después del recibo de su carta, viene con unos puntos de dirección, como son tan amables como para responder.

¿Cuándo es el mejor momento para viajar a España? No puedo tolerar calor. El año pasado tuve que dejar Roma en 28 de Mayo, porque estaba completamente destruido por el calor del sol y no es mi intención pensar en este conjunto, pero dígame.

¿A principios de septiembre puedo soportar el calor de España? Lo haré para seguir sus consejos, desde Valencia, Madrid, Toledo y Cádiz. Tendré que ir de Perpignan a Barcelona en una diligencia; sabe algo acerca de lo que cuesta y si el camino es seguro.

De Barcelona será en tren a Valencia, me han dicho a mí. Lo asumo el viaje y regreso, que me transmitió que no había comida y bebida, asiento incluido en el viaje que ellos declaran Tour, me costará de a 300 o 400 Rdlr y puedo asumir 90 Rdlr al mes y puedo detener mi estancia, así que entonces tendré 3 Rdlr danés por día.

¿Esta previsión es demasiado baja? A ¿qué ciudades debo preferentemente tomar crédito? No te impacientes por esto, no hay ferry en dirección, sino vienen a España allí, así proporciono un visión completa poética, como tiene los maravillosamente contribuyeron al mismo. Tal vez mi idea no es la de un país colorido, hacia dónde va mi  prisión, pero ahora extrañamente me atrae.

Su muy agradecido, Andersen.

La imagen que Andersen tenía de España en ese momento era tan pintoresca que una escritora danesa amiga suya que sí había estado en nuestro país, Henriette Wulff, criticó la obra recordándole elegantemente a Andersen en una carta lo que éste había escrito años antes sobre España:

Retrato de Henriette Wullf, vestida de danesa de su época.
"Es algo que hay que ver, no puede describirse".

Más tarde, en otra misiva desde Portugal, Henriette Wulff le transmitió el deseo de una amiga:

"le ruega que venga a aquí y que vaya a España, porque eso que 
usted escribe no es en absoluto España".

Más tarde, la nostalgia de lo todavía no visto llevaría a Andersen a escribir un cuento trágico que tiene como protagonista un niño español que nace por casualidad en Dinamarca y muere en aquel país sin conocer su procedencia:

"Esta es una historia de las dunas de Jutlandia, pero no empieza allá, sino 
mucho más lejos, hacia el sur, en España. El mar es un camino
entre los países; ¡imagínate, estar allí, en España!"

Así empezó el relato.

Hans Christian Andersen, toda una vida enamorado de España.
Pintura de Constantin Hansen.
Andersen mantuvo desde niño cierto interés por España. Guardaba vivos recuerdos de los españoles que estuvieron en la isla de Fyn en 1808 y dos piezas teatrales suyas representadas en 1836, "Spanierne i Odense" (Los españoles en Odense) y "Fem og Tyve Aar Derefter" (Veinticinco años después), refieren los amorosos contactos entre los soldados hispanos alojados en Odense y las señoritas danesas de la ciudad.

Era bastante lógico, por tanto, que Andersen soñara con visitar ese país encantado más allá de los Pirineos, como describió a España en un poema escrito en 1838.

Dos veces planeó viajar a este país, en 1846, en que, ya en la frontera, renunció entrar ante el calor abrumador, y en 1860, cuando la noticia de una epidemia de cólera le indujeron a posponer su viaje. Cruzó por fin la frontera dos años después, en 1862 en compañía del joven estudiante Jonas Collin, nieto de su principal bienhechor, con quien llegó a recorrer casi todo el país viajando en tren, diligencia y vapor costero.
Grabado del patio de una venta española de la época:
Venta de Benicasín.
Andersen viajando supone una paradoja, ya que si bien era infatigable aventurero, ávido de experiencias y panoramas nuevos, capaz de soportar las mayores incomodidades con tal de seguir caminos que ni el más osado inglés del siglo XIX se hubiera atrevido a explorar; era por otra parte, hipocondriaco y enfermizo, víctima de un eterno dolor de muelas y con la aprensión constante de estar próximo a sucumbir en alguna espantosa catástrofe.

Siempre que viajaba llevaba una soga muy larga en prevención de un posible incendio y en una carta escrita por Charles Dickens a un amigo en 1857 se dice cómo Andersen, durante un paseo en diligencia por Londres, escondió su dinero en las botas por temor a ser robado, ya que al parecer veía ladrones por todas partes.


Jacob_Kornerup en 1853
(probablemente dibukado por Johan Frederik Busch (1825-1883)
Siempre padeció manía persecutoria, lo que le movió a buscarse el afecto de la gente y pruebas de su propia fama. De hecho, era enormemente vanidoso y mostraba suma satisfacción, por ejemplo, cuando relataba la reacción de ciertos extranjeros al enterarse de quién era él. Cuenta un amigo suyo que un día, paseando Andersen por la calle, vio a un conocido en la acera de enfrente. Andersen atravesó la calzada, se llegó al conocido y le espetó:

"¡Ahora ya se me lee en España! Bueno, ya lo sabe usted. Adios".

Esta vanidad desmedida camuflaba un hondo sentido de inferioridad, lo que presenta una dimensión social: le encantaba conocer personas de la familia real o de la aristocracia, a las que trataba con obsequiosidad servil. Pero también ofrece una cara más íntima y profunda: Andersen era consciente de su fealdad, se hizo retratar muchas veces, pero en pocas llegó a complacerle el resultado. Así escribía en su diario, el 22 de mayo de 1854, desde Dresde:

"Fui a que me fotografiaran y posé tres veces; me parecía a un cascanueces mondo".

El 4 de septiembre de 1862 Hans Christian Andersen atravesó la frontera franco- española por la Junquera. A sus cincuenta y ocho años, era uno de los escritores más populares de Europa.
Málaga figuraba en el itinerario de los dos viajeros como el punto de partida hacia Granada, la ciudad que respondía mejor que cualquier otra a la imagen tópica de la España exótica que se había forjado en su imaginación.

La estancia en Granada

Les recibió una Granada engalanada para la visita de la reina Isabel II, y a esa ciudad dedicó Hans Christian Andersen más páginas que a cualquier otra en su libro "Viaje por España"

«El luminoso día de sol se transformaba en fulgor de ocaso,
y ya convertíase Granada en una ciudad de cuento;
estábamos en el mundo de hadas de Las mil y una noches»


A llegar a Granada, fue preguntado por una mujer ¿de dónde era él? a lo que respondió:
"... yo le expliqué que venía muy del norte, de Dinamarca, donde una vez 
estuvieron los españoles, a quienes nosotros cogimos cariño. 

«Entonces era yo un niño», le dije, «un soldado español me cogió en brazos 
y me apretó una medalla contra los labios, y ese es mi recuerdo 
 más temprano; tenía yo tres años». 

Ella entendió lo que yo le dije; sonrió, me cogió la mano, 
y el apretón de su mano fue como un beso, un beso infantil".

Pero las tres semanas que Andersen pasó en la capital granadina le dejaron un recuerdo agridulce, tal vez porque se sintió enfermo unos días, tal vez porque surgieron diferencias con su acompañante Jonas Collin, insinuadas en el relato de su viaje:

"Tres semanas duraría nuestra estancia en Granada -escribe-, veintiún días de sol
y de buena vida. Deseaba disfrutar de ellos, apreciar este regalo de Dios; y,
sin embargo, mis recuerdos de Granada encierran más amargura que dulzor".


Más adelante, en su relato confiesa: 

"Granada, al igual que Roma, ha sido para mí una de las ciudades más
interesantes del mundo; un lugar donde creí poder echar raíces y,
sin embargo, en ambas ciudades me sumí en un estado de ánimo
de esos que los afortunados menos sensibles llamarían morboso".

Estancia en la Alhambra

«La Alhambra es como un antiguo libro de leyendas, lleno de signos de
 escritura fantásticos, trazados en oro y policromía: cada cámara, cada patio,
es una página distinta de la misma historia, en la misma lengua y,
sin embargo siempre como un nuevo capítulo.»

Entre el 4 de septiembre y el 23 de diciembre de de 1862, Andersen visitó España a la edad de 57 años en compañía del joven Jonas Collin, de 22 años, hijo de su amigo Edvard y nieto de Jonas Collin, el mentor más destacado de Andersen, un rico financiero que, desde su cargo de director del Teatro Real de Copenhague, fuese fundamental en su carrera literaria.

Portada de la edición publicada en 1900 por Houghton, Mifflin y Co.,
Riverside Press en Boston, Cambridge .
Hans Christian Andersen era homosexual y sus tempranos amores fueron el actor Riborg Voight y Edvard hijo de Jonás Collin, aunque la atracción sentida hacia este último pudo ser forzosamente platónica ya que Edvard contrajo matrimonio años después, aunque siempre les uniese una gran amistad, también compartida por la esposa.

Se ha dicho, posiblemente para disimular la homosexualidad de Andersen, que el gran amor de su vida fue una cantante de ópera, y joven de gran belleza, la sueca Jenny Lind, denominada El Ruiseñor del norte, a la que conoció siendo ya famoso y respetado autor y con quien mantuviera una profunda y poética relación amistosa, por otra parte muy claramente puntualizada en sus memorias:... entonces nació una amistad que tuvo para mí gran importancia en lo espiritual.

Las dos mujeres de las que estuvo enamorado –Riborg Voigt y Jenny Lind– le rechazaron. 

Jenny Lind, "El Ruiseñor Sueco", no le aceptó en matrimonio. Ella le quería como a un "hermano" y le llamaba "niño" cuando se despedían. A él le costó mucho superar su amor por esta artista, muy parecida espiritualmente a él. Durante muchos años, el busto de esta mujer estuvo junto a un busto suyo en su salón de Nyhavn.

Andersen y Collin viajaron de Málaga a Granada el día 7 de Octubre de 1862 en una diligencia de la compañía La Madrileña, tras ver una corrida de toros en la Malagueta, cuyos carruajes partían durante la noche hacia Granada los días impares, y regresaban los pares, partiendo de nuevo hacia Málaga en diligencia el 28 de Octubre de 1862.


"El camino que la diligencia ahora lleva a través de la montañas de Málaga a Granada, es más largo que el antigua ruta a través de Vélez-Málaga y Alhama, que generalmente se realizaba a caballo, este último era el más peligroso, y los viajeros que atraviesan, por lo tanto, sólo en las grandes caravanas y bien armados, por regla general, los caminantes solitarios hicieron una escolta contratada con las bandas de traficantes de personas que frecuentaban este camino, y que conocían a fondo las localidades.

Por fin llegamos a las afueras de Granada: la unidad a través de él parecía como si nunca fuera a terminar, atravesamos entre calles estrechas, a lo largo de las antiguas murallas, y finalmente se detuvieron frente de la puerta de la ciudad (puerta de Elvira), pero en este caso no era fácil de conseguir pasar a través la gente y la prensa. 

Las mulas estaban tratando de entrar, carros tirados por bueyes se esforzaban por salir, por fin hemos llegado a nuestro punto de detención, la oficina de la diligencia en la Alameda, donde nuestro compatriota, el señor Wisby, nos estaba esperando, y nos condujo a un buen hotel, a unos pasos más adelante". 

Después de hospedarse en la "Fonda de la Alameda", entraron en contacto con la ciudad de Granada.

Escardadores a la sombra de la Alhambra, Granada, 1862
(Fotografía de Charles Clifford)
Entre el 9 y el 14 de Octubre de 1862, visitaron Granada la reina Isabel II, acompañada de su marido, el rey consorte Francisco de Asís y de su hijo, el futuro Alfonso XII, que apenas tenía 5 años y de Carlos Marfori, que era su amante de turno, con motivo del viaje que realizaron por Andalucía, celebrando en Granada su 32 aniversario al día siguiente.

Hans Christian Andersen, que ya en Málaga viera como se engalanaba la ciudad para recibir a la Corte de Madrid, vivió en Granada una experiencia similar, porque vio cómo se preparaba la ciudad para recibirla, cómo sería la visita de la reina Isabel II y cómo era el séquito de autoridades civiles y eclesiásticas; desde el Nuncio de Su Santidad hasta el Embajador de Inglaterra, pasando por ministros, condes, duques, marqueses, senadores, diputados, caballeros y maestrantes y viendo su posterior marcha de la ciudad de Granada.

Daguerrotipo de la Reina Isabel II.
El jueves 9 de octubre hizo su entrada en Granada Isabel II:

"!Que explosión de júbilo! Volteaban las campanas de todas las iglesias; nutridos
grupos de gitanos bailaban por las calles tocando las castañuelas y unos 
extraños instrumentos de cuerda.

Eran como un ruidoso desfile de bacantes.
Recordaban a esos niños que juegan a comedias y 
que por estarles permitido ponerse cualquiera de los trapos viejos,
arrinconados en el guardarropa, lo cogen todo y se lo cuelgan encima".


Aunque él describe que la gran jornada seria la del día siguiente, 10 de octubre, con la celebración del trigesimosegundo cumpleaños de la reina, donde el Claustro de la Universidad le regaló una corona de oro labrada con el oro entresacado de las arenas del río Darro.

Grabado de la visita de la Reina Isabel II a Barcelona el 23 de Septiembre.
Durante la visita real a Granada, Andersen se dejo llevar por la corriente:

"Vague de un lado a otro, de noche y de día. 
Lo extraordinario resultaba ya común".

Pero en el ánimo de Andersen afloro también una cierta sombra de misterio que acompaña a quien, como el danés, es poeta, y así escribió: 

"Granada, al igual que Roma, ha sido para mí una de las ciudades más interesantes
 del mundo; un lugar donde creí poder echar raíces y, sin embargo, en ambas
 ciudades me sumí en un estado de ánimo de esos que los afortunados, 
menos sensibles, llamarían morboso".

Aunque en la Alhambra relumbraran los fuegos artificiales y en todas partes no encontrara más que “bullicio y buen humor”, Andersen confirmaría que, “en tanto, la simiente de mis pensamientos germinaba y se hacia un árbol, cuyas negras y amargas frutas sacudí con versos”.

A la izquierda, junto a las murallas de la Alhambra, el Hotel de los Siete Suelos,
que Andersen denominó "Fonda de los Siete Suelos" y que ya ha desaparecido
y, frente a él, el Hotel Washington Irving, hoy "cerrado por obras".
Andersen y Collin que paraban, desde su llegada a Granada, en la Fonda de la Alameda,  decidieron trasladarse tras la visita real a la "Fonda de los Siete Suelos", en la Alhambra.

"Collin y yo nos mudamos a la Alhambra, a la "Fonda de Los Siete Suelos ", que se encuentra cerca de las paredes de la Alhambra, cerca de la puerta tapiada por la que el rey Boabdil, cabalgó cuando el destino quiso que fuese conquistada por los Reyes Católicos, y el empuje, con su gente, de la tierra que, durante siglos, habían ellos conocido como amos.
Abajo, en Granada aún estaban experimentando una alegría cálida ese día, pero aquí, en "Siete Suelos", que era bastante guay, la los rayos del sol, pero rara vez penetran en nuestras habitaciones a través del follaje, uno habita aquí en medio de árboles de sombra, cerca de salpicaduras de las fuentes y las olas al romperse, debe ser celestial aquí durante el tiempo de verano brillante, ahora no era lo suficientemente caliente para mí, la mesa se extendió en el jardín entre los vides, los camareros corrían con sus mangas de camisa arremangadas, ligeramente vestida suficiente para un calor africano".


Según un comentario del escritor danés, el Generalife le atrajo con mayor frecuencia que los palacios de la Alhambra:


"En los jardines del Generalife sentí el primer toque del invierno;
una ligera ráfaga de viento, un beso, desprendió en un segundo
las hojas amarillas del follaje".


Una última visita a la Alhambra por parte de Andersen deparo una coincidencia nada común: su encuentro, sin que el escritor supiera quién era, con Charles Clifford, daguerrotipista británico afincado en Madrid hacia 1850 y primer fotógrafo oficial de la Casa Real española, que acompañó en sus viajes a Isabel II. Andersen lo relata así en su libro dedicado a España:

Fotografía de Charles Clifford, primer fotógrafo de Isabel II,
en una de las fotografías que sacó en la Alhambra con un grupo
de gitanos y que Andersen lo relató en su libro.
"El Patio de los Leones y la Sala de las Dos Hermanas estaban, 
por orden de su majestad  la reina, siendo fotografiados por
un famoso fotógrafo inglés; el hombre se hallaba
en plena faena, y no se permitía entrar a
nadie por temor a que se le molestase".


Clifford retrataba a un grupo de gitanos y Andersen pudo ver algo de la escena a través de los arcos.

"En un santiamén estuvo hecha la foto; imposible describirla;
quizá algún día la vea; pero esta era, con toda seguridad,
la última vez que contemplaba la Alhambra".


En ese periodo de tiempo, H. C. Andersen, a la edad de 57 años, visitó Granada durante 21 días y en su libro "Viaje por España", reconoce que las dos ciudades que más le impactaron fueron Toledo y Granada, a la que dedicaría más páginas en el noveno capítulo de su libro de viajes, bajo el título "Granada", aunque ya en el capítulo décimo, que titularía "De Granada a Gibraltar", describiese la partida de Granada y los recuerdos que de ella se llevaba.

La España descubierta por Andersen en 1862 era en parte atrasada y primitiva, pero que conservaba sus exquisitos encantos naturales. Andersen, lo mismo que los restantes pioneros decimonónicos del turismo, entonces llamados viajeros románticos, reaccionó entusiasmado y agradecido al espíritu y al color de aquel país encantado más allá de los Altos Pirineos.

Según se afirma, ella le inspiró algunos personajes de sus cuentos.

De todas formas, el aspecto físico de Hans Christian nunca fue lo que se dice muy atractivo. Su rostro de expresión caballuna, su larga nariz y sus ojos tristes no eran los ideales para seducir amorosamente a nadie, y entre unas cosas y otras, infancia desdichada y miserable, trabajo en el que fue vejado, estudios que supieron de muchas burlas, homosexualidad, no es de extrañar que hallase un desahogo en sus cuentos mal llamados infantiles: La sirenita, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El abeto, El patito feo y... todos los demás. 

Dibujo sobre Andersen y su patito feo.
Y sobre El patito feo, siempre se ha estimado que es un retrato autobiográfico de sí mismo, profético en cierto modo.

Hans Christian Andersen abandonó este mundo en su hogar en Rolighead, que era la casa del matrimonio Melchior quienes estuvieron junto a él en sus años finales cuidándole.

Una de las últimas fotografías tomadas a Andersen,
ya en edad avanzada, hacia 1869.
Durante la primavera de 1872, Andersen sufrió una caída desde su propia cama, lo que le produjo heridas graves. Nunca volvió a recuperarse del todo y murió el 4 de agosto de 1875 de un cáncer de hígado, pero, afortunadamente, disfrutando de la admiración y el afecto del público que no ha dejado nunca de serle fiel desde entonces.

Andersen llevaba una bolsita de piel alrededor de su cuello cuando murió, donde guardaba su carta de despedida para Jenny Lind, "El Ruiseñor Sueco".

O lo que es lo mismo, en sus propias palabras:

"Nunca soñé en llegar a alcanzar tanta felicidad
cuando era sólo un patito feo".

En 1976, el astrónomo ruso Nicolai Chernykh bautizó en honor al escritor Hans Christian Andersen el asteroide 2476 y el asteroide 2325 recibió el nombre Nicolai Chernykh en su honor.

Dato aportado por Elvira Mula Pérez-Chuecos:

Estancia de Hans Christian Andersen en Cartagena


Hans Christian Andersen, autor de cuentos como El Patito Feo, El Soldadito de Plomo, La Sirenita o El Traje Nuevo del Emperador; vivió en 1862 en Cartagena, concretamente en el número 4 de la calle Cañón, junto a la Tagliatella.

LIBRO RECOMENDADO:


VIAJE POR ESPAÑA - HANS CHRISTIAN ANDERSEN

ALIANZA EDITORIAL, 2005 (2013)

ISBN 9788420666082

Nº de páginas: 367 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editoral: ALIANZA EDITORIAL
Lengua: ESPAÑOL
ISBN: 9788420666082
Bruno Alcaraz Masáts.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Las aguas de Granada y los aguadores.

''El Acuarium'',
uno de los últimos kioscos de agua que sobrevivieron
en la Carrera del Genil.
(Dibujo de Antonio López Sancho)
En 1659, François Bertaut, señor de Freauville, consejero en el Parlamento de Ruán y prior del Monte de los Enfermos, hubo de acompañar a España al mariscal De Grammont, cuando éste fue enviado con el encargo de pedir la mano de María Teresa de Austria para Luis XIV, el rey Sol, haciendo François Bertaut la labor de intérprete, ya que sabía castellano dado su origen hispano.

Tal matrimonio había sido acordado ese mismo año en la Paz de los Pirineos.

Escribió Bertaut dos obras sobre España:

Relation d'un voyage d'Espagne où est exactement décrit I'estat de la 
Cour de ce royaume et de son gouvernement
(París, 1664)

Journal du voyage d'Espagne
(París, 1669).

Postal de Granada, a comienzos de 1900.
No fue tan sólo un peregrino a Santiago, sino un viajero romántico que recorrió España.

François Bertaut entraría en Granada el 8 de noviembre de 1659 por la puerta de Elvira, describiendo en sus primeras palabras la Vega de Granada como:

“...el paisaje y la morada más deliciosa del mundo”.

Se hospedaría en el carmen del comerciante genovés Andrés Massola, indicando que se hallaba por encima del monasterio de la Cartuja:

“...más alto que todas las casas de su entorno, que tiene un hermoso jardín
regado por un gran canal llamado Aynadamar,
donde me obsequiaron con vino del país”.

Cuando escribió sobre las aguas de los ríos Xenil y Dauro, recreándose en la descripción, comenta que le aconsejaron:

“...que no bebiera agua de estos ríos puesto que sólo
era apta para los que estaban acostumbrados”.

Es curioso que describiera el agua de Granada, ya que cuando pasó por Jerez de la Frontera, no hizo alusión alguna a los vinos que degustó, y de las aguas de Darro escribió:

“las aguas del Darro todo el mundo está de acuerdo en que es muy sana 
ya que el agua es potable a causa de que pasa por minas de oro que
hay en la montaña, de lo que sin duda la llaman Cerro del Sol, 
a causa de que el oro, que es el rey de los metales, está
representado por el Sol, que es el rey de los planetas”.

Granada: Dos moriscas y un aguador.
Lamina de Granada en Civitates Orbis Terrarum
En 1576, cuando se imprimiera en Colonia la obra “Civitates Orbis Terrarum”, se afirmaba con asombro que en Granada,

“...en el espacio de mil y veintisiete pasos nacían treinta y seis fuentes”.

Aunque esta información sería puesta en entredicho en el siglo XVIII, el padre Juan de Echeverría, en su libro “Paseos por Granada y sus contornos”, en 1764 lo confirmaría (copia literal):


Aguador.
Grabado original hacia el año 1840.
En el Darro están el Algivillo, la fuente de la Teja, la del Mono, la del Avellano, la de la Salud y la del Oro”.

Sobre Fajalauza la del Moro, la de la Higuera y las tres agrias del Fargue.

Junto de Cartuja, la Nueva, la del Procurador, la del Rey, la de la Gallomba.

Hacia la Alhambra, la del Molino, la de la Alcazaba y la del Algive de la Lluvia.

Hacia el Genil, la de la Culebra, la Santa y la Bicha.

Baxo de San Miguel el Alto, la Fuentecilla.

Hacia el Sacromonte, la de Cien Cruces, el Pozo de Santiago y la del Pulpillito.

En Cruz Torneada y sus barrancos, la del Padre Piquiñote, la de San Antonio, la de Valparaiso y Algive Ciego.

Dentro de la Ciudad, la Fuente Nueva y una multitud de ellas que sin nombre que las distinga hay tanto en los cármenes del Darro como en los del Genil. Y todas están dentro de los mil pasos o tercera parte de legua. Todas tienen bellas aguas y en especial las tres del Fargue y la Nueva de Cartuja compiten con la Portubus y Paterna.

Las de la Culebra, Fuente Nueva y Procurador, con las del Pozo o Fuente de la Alcazaba, se traen muy de ordinario como saludables a varias personas que hallan en su uso la más segura medicina”.


Eduardo Molina Fajardo.
Eduardo Molina Fajardo, en su trabajo “De Cántaros y Aguas Granadinas”, escribió:

"Las otras aguas potables de Granada, conducciones de época árabe, (la Romayla o Santa Ana, la de Axares o San Juan, la del Cadí o Candil o de las Tinajas, la de Aynadamar y la Real o de la Alhambra) estaban muy reglamentadas y, al llegar a la ciudad, se ramificaban por el subsuelo como una red embutidas y sus venas de caños de arcilla, que salían a la luz por las azacayas y azacayuelas, la alcubillas y los cauchiles y los ojos de los algibes públicos y las miles de tinajas privadas con sus panzas albergadoras de cuarenta y ocho litros".

Las aguas de los ríos y acequias granadinas estaban reglamentadas por leyes y ordenanzas que se remontaban, en espíritu, a la época árabe, por el rey Fernando el Católico que firmaba en 1508 una real cédula ordenando bajo severas penas que:

“los edificios del agua se sostuvieran”.

Posteriormente, Carlos V, que viviera en la Alhambra de Granada en 1526 una larga luna de miel, unas ordenanzas de las aguas que, con todo detalle, pretendían evitar la contaminación:

“Otrosí mandamos y hordenamos que qualquiera persona que echara en las acequias o cauchiles o maneses o pilares o azacayas alguna bacinada o perro o gallina o cosa muerta o otra suciedad alguna, o metiere o lavare bacín o otra cosa semejante que aya de pena tres mill maravedís o que esté veinte días en la cárcel y si no tuviese de que pagar que esté cincuenta días en la cárcel…”

En 1516 se firmarían las “Ordenanzas de Aguadores” donde se mandaba que:

“Ningún aguador de los que andan a vender agua con bestias y lo tienen por oficio, sea ossado de coger agua para vender de las acequias, ni algibes, salvo del algibe grande que se dice el algibe del Rey, y de los caños de los pilares y azacayas, so pena de que le quiebren los cántaros y pague 200 maravedís de pena,
y que si no tuviere de que pagar, esté tres días en la cárcel…”

Retrato de Ángel Ganivet, pintado por José Ruiz de Almodóvar.
Ángel Ganivet hizo una encendida defensa de los aguadores de Granada en su obra “Granada la bella”:

“¿Pero es que los hombres de las garrafas que bajan el agua de la Alhambra, 
y los “tíos de los burros” que la traen del Avellano no son producción nacional?”

En el invierno de 1896, desde Helsingfors, la actual Helsinki, volvió a escribir sobre los aguadores de Granada:

El clásico aguador granadino,
recogido con humor por el buen dibujante Antonio López Sancho.
“En Granada un aguador tiene que ser a su modo hombre de genio. ¿Veis ese que por la Carrera de Darro, por la cuesta de Gomérez, o por la del Caidero baja gritando:

“¡Agua!, ¡quién quiere agua?”

Ese es un albañil que busca un sobrejornal para “dar una vuelta de ropa a su gente”, un bracero sin trabajo, un aguador de aluvión, que de seguro no sabe llevar la garrafa, la cesta de los vasos y la anisera. El verdadero aguador se compenetra con estos tres elementos a tal punto de que de él tanto puede decirse que es un hombre como una cesta o garrafa; huele donde tienen sed, pregona, y con sus pregones despierta el apetito; porque entre nosotros la sed es apetito, y hay quien bebe agua y se figura que come.

El aguador de la romería de San Miguel subía con su jaca enjaezada,
poniendo una nota colorista a su misión de apagar la sed de los romeros.
Dibujo de Antonio López Sancho.
¡Acabaíca de bajar la traigo ahora!
¡Fresca como la nieve!,
¿Quién quiere agua! ¡Nieve! ¡Nieve!

¡De la Alhambra, quién la quiere!
 ¡Qué frescura de agua!     
                                                                                                                           
¡Buena del Avellano, buena!
¡¿Quién quiere más, que se va el tío!


Burro transportando el agua de la fuente de la Bicha,
con ornamentación de cañas de las orillas del Genil.
Dibujo de Manuel Maldonado.
Y así por este estilo centenares de pregones incitantes, hiperbólicos, que concluyen por obligar a beber…”

Francisco Izquierdo, en su Guía Secreta de Granada, escribió:


El escritor Francisco Izquierdo.
“Los dos grandes santuarios de los hidráulicos permanecen aún:

El brocal del agua, azucarillos y aguardiente de la Plaza de los Algibes de la Alhambra, manantial gratis en el que se pican los turistas dirigidos, y la Fuente del Avellano.


Plaza de los Algibes de la Alhambra.
Fotografía de Ayola, de la segunda mitad del siglo XIX.
Agua de la Plaza de los Algibes, rica, fresca y aguzada, a la que se rebaja con el azucarillo y el anís, es un agua monumental que todavía no ha liquidado a nadie (nunca mejor dicho” a pesar de recorrer, saltar, barrer, limpiar, etc., todos los rincones, albercas, canalillos, surtidores y cauchiles del Generalife y de la Alhambra. Sin embargo, cuántos versos y besos, éstos clandestinos, ha propiciado a los hidráulicos peregrinos.

El otro santuario, el de la fuente del Avellano, el rincón romántico por excelencia de “La Cuerda Granadina”, en el primer tercio del siglo XIX, agrupación a la que pertenecieron individuos como Pedro Antonio de Alarcón, Manuel de Palacio, Fernández y González, José de Castro y Serrano, etc…, y cátedra premonitoria de la “Cofradía del Avellano”, cuyo mentor y abad mitrado fue Ángel Ganivet.


Fotografía de los aguadores en la Fuente del Avellano - Siglo XIX
Allí, entre trago y trago de agua ferruginosa (la misma de la plaza de los Algibes, sólo que filtrada por el monte Santa Helena), se declamaba, se recitaba, se predicaba, se ponía en tela de juicio cuanto hubiera de divino y de humano en el país.

A las umbrías del Avellano también acudieron  los hidráulicos de otras sociedades, como la de “El Recreo” y la de “El Pellejo”.


Angel Ganivet sentado en  los poyetes de la fuente del Avellano.
La fuente de la Salud, situada a escaso metros de la fuente del Avellano, curó, Dios la tenga en su gloria, al cardenal Cisneros de unos perniciosos calambres que padeció”.

Paseo de los Tristes y torres de la Alhambra, sobre la orilla del Río Darro.
Fotografía tomada en 1902.
Bruno Alcaraz Masáts.