jueves, 29 de agosto de 2013

Casi un siglo de amor escondido en
un artesonado mudéjar de Granada

En primer plano, la iglesia de San Gil, a la izquierda, detrás,
el campanario de Santa Ana y, al fondo, la Alhambra.
Foto de origen desconocido.
La misiva fue escrita por un tal Pepe a una mujer llamada Emilia en 1921. 

Los trabajos de documentación del Museo de la Alhambra la han hallado en un hueco del techo de la extinta iglesia de San Gil.

Fotografía de la carta de amor hallada en el artesonado mudéjar
de la desaparecida iglesia de San Gil, en Granada.
Foto de Miguel Ángel Molina (Efe)
Los trabajos de documentación del Museo de la Alhambra para catalogar sus fondos han sacado a la luz, en el hueco de un artesonado mudéjar de la desaparecida iglesia de San Gil, de Granada, la carta de amor que un tal Pepe escribió a su amada Emilia en 1921. 

La iglesia de San Gil, construida hacia 1560, antes de su demolición en 1869.
Fotografía tomada desde la Torre de la Vela, en la Alhambra.
Los jardines y rincones de la Alhambra esconden en cada esquina leyendas, secretos, amoríos y traiciones, muchos enterrados para siempre y otros descubiertos por la labor de conservación del personal del monumento.

Plataforma de Ambrosio de Vico, de 1613, grabada por Francisco Heylan.En 1795 se imprimió una nueva plancha a cargo de Félix Prieto. 
De esta última versión, vigente hasta el s. XIX, se ha extraído la imagen aquí usada,
con la Alhambra, las iglesias de Santa Ana, junto al río Darro
y la de San Gil, que figura junto al patíbulo de Plaza Nueva.
La misiva, de una pobre ortografía y en un papel sin importancia, ha envejecido escondida en un artesonado de madera hasta que el Museo ha rescatado esas palabras de amor. 

Su valor no puede competir con el de otras piezas alhambreñas utilizadas por sultanes y princesas, pero sí dejan un reguero de misterios, anécdotas y las historias que la imaginación de cada uno pueda diseñar.

La carta de amor hallada en el artesonado mudéjar de desaparecida iglesia
de San Gil, de Granada.
El equipo de arqueólogos que descubrió la carta ha explicado que el trocito de papel que enmarca las palabras de amor han visto la luz en uno de los paños de madera que componían el artesonado de la extinta iglesia de San Gil de Granada, almacenados en el Museo alhambreño y de talla mudéjar.

Portada de la Iglesia de San Gil, un tiempo antes de su demolición en 1869.
En la carta, que se aborda con guantes como si de una joya más se tratase, fue escrita un lunes hace este jueves 92 años por Pepe, un vecino del municipio alpujarreño de Sorvilán que le contaba a su amada Emilia que le mandaría con un recadero otra misiva junto a un racimo de uvas dirigido a un tal don Antonio:

Fotografía de Miguel Ángel Molina, de la Agencia Efe, donde se muestra la carta.
"Si el miércoles no las llevara, no hables el jueves al otro que va con uvas...

Me dirás si recibiste las uvas y que mandarás las cartas con el que lleve las uvas... 

Sin otra cosa por hoy, besos del que te quiere", reza la carta.

Entre Sorvilán y la iglesia granadina que refugió las letras de amor y uvas, entre Pepe y Emilia, distaban más de 92 kilómetros de vías sinuosas, quizá demasiados para declarar un amor que hoy habría llegado a golpe de clic y con emoticono incluido por Internet. 

El pueblo de Sorvilán, en la Alpujarra de Granada.
La misiva ha descansado escondida en el recoveco sin que nada se sepa de sus protagonistas y con un final abierto para que cada cual decida si Emilia leyó aquellas letras, las respondió y cosechó una vida feliz con Pepe. O si quizás un desatino llevó a los amantes a quedar como se dice, a por uvas, sin recibir noticias del otro. 

Diario de Madrid - 1810:
Nombramiento del parroco de san Gil, dado por Josef Napoleón ,
hacia el sacerdote Don Miguel Rodríguez Carretero,
ex-regular de la Orden de los Agustinos Descalzos.
Lo que sí han detallado en el Museo de la Alhambra es que la carta nunca colgó del techo de la iglesia de San Gil, un extinto templo ubicado al final de la calle Elvira de Granada que se destruyó a finales del siglo XIX, para dar el ensanche de Plaza Nueva durante la revolución de 1869.

El saliente del templo suponía un obstáculo para la nueva rectangularidad de Plaza Nueva, lograda con la demolición de las viviendas y el templo situados en su acera derecha. 


Fotografía de Plaza Nueva ocupada por los sillares de la derruida iglesia de San Gil.
Posteriormente, se colocaría la actual fuente gallonada (ver grabado de la Plataforma de Ambrosio de Vico) antes de las letras de Pepe en 1921, para albergar el diseño de la Plaza Nueva y el anchuroso centro de la ciudad. 

El personal de la Alhambra seguirá ahora la pista para conocer cada detalle de los lugares que cobijaron los paños de madera del artesonado mudéjar y con ellos, la carta de amor.

Bruno Alcaraz Masáts.

martes, 13 de agosto de 2013

Historia de la Sóphora Japónica
o Falsa Acacia de Japón
del Parador de San Francisco, 
en la Alhambra de Granada.


La Acacia Sóphora Japónica del Parador de San Francisco,
cubierta con sus flores amarillas, en Agosto de 2013.

“Una generación siembra un árbol y la siguiente disfruta su sombra.” 
Proverbio chino


Cartel del Jardín 1 que indica la situación de la Sóphora Japónica,
entre las 12 especies vegetales que hay plantadas.
La Sophora Japónica es la nº 6 del recorrido trazado.

Cartel situado junto a la Sóphora Japónica, en el Jardín 1
del Parador de San Francisco, en la Alhambra de Granada.
El árbol es uno de los símbolos más poderosos de la humanidad, ya que representa la encarnación de la vida, el punto de unión de tres Reinos de la Naturaleza (el Cielo, la Tierra y el Agua) y un eje de vida alrededor del cual se organiza todo un cosmos.

Los antiguos pueblos creían generalmente que el árbol poseía gran cantidad de energía divina creativa, a menudo personificada en forma de criaturas sobrenaturales o mitológicas, que podía ser utilizada por el adepto para acceder a otros estados del ser; así, los bosques llegaron a simbolizar el misterio y la transformación, ya que en ellos moraban duendes, brujos y hechiceras.

La adoración al árbol estaba extendida en todas las zonas de la Tierra en que crecían y algunos símbolos de los árboles son virtualmente universales, siendo así que los árboles de hojas perennes representaban universalmente la longevidad y la inmortalidad y las especies de hoja caduca simbolizaban la regeneración y el renacimiento.

Los árboles recibían un significado especial, de carácter totémico o religioso, para toda una comunidad.

Papiro egipcio con una representación la Acacia de Egipto.
En el Antiguo Egipto, la acacia fue el árbol sagrado de Hathor, diosa del amor y la belleza, y más tarde de Isis, diosa madre y diosa de la magia y el tamarisco se consagraba a Osiris. Se cree que el Arca de la Alianza y el Tabernáculo de los hebreos estaban hechos de madera de acacia, árbol que para los hebreos representaba la inmortalidad del alma.

El ciprés es un árbol sagrado entre los pueblos primitivos y gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama "el árbol de la vida" (ciprés-tuya) y simbolizaba la unión entre el Cielo y la Tierra, aunque el ciprés es en Europa un símbolo de duelo.

El roble era venerado por los pueblos celtas, en la Antigua Grecia el sauco era consagrado al dios Pan, la adelfa para Apolo y el laurel para Dionisio y en el Cristianismo existen tres arboles sagrados:

El olivo, milenario árbol mediterráneo, presente en La Biblia.
  • El Olivo, que simbolizaba la paz y la nueva vida. 
  • El árbol de Jesé o árbol del Paraíso, de cuyo fruto no debía comer el hombre (Gén, 2, 17)  
  • El árbol de la Vida o árbol del Conocimiento, que puso Dios en medio del Paraíso con la virtud natural o sobrenatural de prolongar la existencia (Gén 2, 9)
El Árbol del Conocimiento, pintado por Lucas Cranach el Viejo
El árbol – que proporcionaba sombra, cobijo, protección y leña para el fuego que calentaba y alimentaba – ha sido uno de los símbolos más importantes utilizados por el ser humano desde los tiempos más remotos para representar la vida y el origen de la Tierra.

La Sóphora Japónica o Falsa Acacia de Japón es originaria del centro, norte y noroeste de China, y seguramente también de Corea, aunque no de Japón, como podría suponerse dado su nombre, fue introducida de manera intencionada en muchas regiones templadas del Mundo para su utilización en jardinería como árbol de adorno, debido sobre todo a su floración estival, en unas fechas en las que hay pocos árboles con flores.

Lámina del siglo XIX que representa las hojas y flores de una Acacia Sóphora Japónica.
Pierre Nicolas Le Chéron d’Incarville (Louviers, aunque algunas fuentes citan Rouen, 21 de agosto 1706 – Beijing, 12 de junio 1757) fue un jesuita francés que sería toda su vida un botánico aficionado.   

D’Incarville ingresó en la Compañía de Jesús en 1727 y enseñó en Quebec entre 1730 y 1739, antes de ser enviado a una misión a Beijing en 1740.

Destinado como misionero a China, fue la primera persona en introducir varias plantas recibidas desde París en los jardines reales del Emperador de China, en la Ciudad Prohibida de Beijing, y durante esa estancia también participó activamente en la publicación de estudios académicos en China.

La Ciudad Prohibida de Beijing.
A su llegada a Beijing, fue designado para convertir al cristianismo al Emperador Qianlong, de la Dinastía Qing, pero el Emperador mostró poco interés por la religión cristiana y negó a  Pierre d’Incarville el acceso  a los jardines imperiales.

Sin embargo, cuando el emperador observó cómo algunas plantas sensibles (Mimosas) que el padre d’Incarville había obtenido y plantado en sus jardines, al Emperador estas plantas le resultaron divertidas y permitió al jesuita d’Incarville el acceso a los jardines imperiales.

El padre d’Incarville conseguiría unas buenas relaciones con el Emperador y esto le permitió continuar con sus plantas e introducir hasta siete plantas europeas en los jardines del palacio durante su estancia en China.

D’Incarville, actuó como corresponsal del Jardin des Plantes y en los artículos que enviaría a Francia, describió las semillas de varias plantas hasta entonces desconocidas en Europa.

Aunque él no era un botánico profesional, tenía, sin embargo, una buena formación sobre el campo y se convirtió en corresponsal de Claude Joseph Geoffroy, de la Académie des Sciences de París, tras negarse a convertirse en un asociado extranjero de la Royal Society, siendo el primer europeo en describir en 1743 un fruto verde conocido en China como ''Yang Tao'', pero pasó a llamarse Kiwi en honor a un ave característico y simbólico de Nueva Zelanda, pero la palabra china que escribió dijo que significaba "Ratón Verde".

El jesuita D’Incarville introdujo en el mundo occidental cuatro plantas:

  • El Ailanthus altísima o el árbol del cielo.
  • La Acacia Sóphora Japónica o el árbol de las pagodas, árbol de la miel o el árbol de las tumbas de la nobleza y de los samuráis.
  • El Koelreuteria paniculada o árboles Goldenrain, también llamado el orgullo de la India, el árbol de China o el árbol de barniz.
  • La Cedrela odorata o Caoba de China.
Publicaría en Francia una traducción de un trabajo de ilustración botánica china del siglo XVI (El Yuzhi Bencao Pinhui Jingyao).

Pierre Nicolas Le Chéron d’Incarville murió en Beijing el 12 de junio de 1757.

Incarvillea debe su nombre al francés misionero jesuita y botánico aficionado
el sacerdote jesuita francés Pierre Nicholas Le Chéron d'Incarville,
siendo un homenaje del botánico francés Antoine-Lautent de Jessieu.
El botánico Antoine-Laurent de Jussieu, unos de los botánicos que recibiera desde China todas las semillas, nombraría en su honor a una variante de la Bignonia como Bignoniaceae Incarvillea.

El Ayuntamiento de Granada, en su Guía de Parques y Jardines, aunque sólo registra una antigua Acacia Sóphora Japónica (Sófora) situada en el Jardín Botánico de la antigua facultad de Derecho, donde figura con el nº 121, no recoge que, en la misma época, se plantó otro antiguo ejemplar en las colinas de la Alhambra, plantado en los jardines exteriores del Parador de San Francisco, en un mirador que da a los jardines de la Alhambra, al Albayzín y al Sacromonte y frente al Generalife, plantado en la zona exterior izquierda de la cafetería, en el Jardín 1.

Plano del Jardín Botánico de la Universidad de Granada,
mandado construir en 1783 y fundado en 1840.
La Acacia Sóphora está en la zona alta, coloreada.
Este Jardín Botánico de Granada de la Universidad se encuentra delimitado por la calle Málaga y la calle Duquesa, junto a la antigua facultad de Derecho.

Es de una estructura básica de casi 3.000 metros cuadrados y fue mandado a construir en 1783, como consecuencia de la política estatal de la Ilustración, pero no es sino en 1840 cuando se funda, siendo su primer director el decano de la facultad de Farmacia, el botánico Mariano del Amo y Mora.

Se asienta sobre la Huerta del Colegio de San Pablo, de los Jesuitas, en un bien proveniente de la Desamortización.

Se encuentra rodeado de una verja labrada rematada por jarrones y con dos puertas de acceso, en 1877 Francisco Morales esculpió los dos relieves que adornan la principal portada pétrea, y que representan a los eminentes botánicos: el sacerdote don Antonio José Cavanilles y Palop (1745-1804) y su discípulo Mariano de la Gasca y Segura (1776-1839), quien en 1815 sería nombrado director del Jardín Botánico de Madrid. 

Teniendo en la actualidad 70 ejemplares arbóreos y una serie de plantas arbustivas en sus bases, de las primeras plantaciones tan sólo quedan 3 ejemplares:

la Acacia Sóphora Japónica, de la que se plantaron dos ejemplares en la ciudad de Granada, y el Diospyros Virginiana, plantados hacia 1849 y, por su interés botánico y por su carácter emblemático, un pie masculino de un Ginkgo Biloba, plantado en 1889.

Convento de San Francisco de la Alhambra en ruinas,
dibujo de Garrido del Castillo, en la obra Granada Gráfica,
publicado en julio de 1924.
En el Parador de San Francisco, en la Alhambra de Granada, se plantó el segundo ejemplar de Acacia Sóphora Japónica en una parata interior, reestructurada en el pequeño mirador actual.

El palacio de El Generalife
desde el mirador de la Sóphora Japónica del Parador de San Francisco.
La falsa acacia del Japón, originaria de China y de Corea, fue introducida en Europa en el año 1747 por el botánico Bernardo de Jussieu, quien recibió las semillas que le envió, desde China, y no desde Japón, el misionero jesuita Pierre D’Incarville, Gran Maestre de los jesuitas, sembrando Bernardo de Jussieu el primer ejemplar en 1747 en el Jardin du Roi, de París, también conocido como Jardin Royal des Plantes Medicinales, un jardín botánico de París creado por Guy de La Brosse en el 1635 y el segundo ejemplar lo plantó en los jardines del Grand Trianon, de Versalles.

El Jardin du Roi, de París, según el grabado de Frédéric Scalberge (1636)
Las semillas que llegaron a España dos años después, llegarían al puerto de Barcelona con destino a Madrid, Barcelona y Valencia, en un barco llamado "El Levante", que continuó rumbo al puerto francés de Le Havre, llegó cargado con especias, infusiones y sedas de China, así como licores y maderas para instrumentos musicales y marquetería noble, algunas de esas maderas se labraron para edificios nobles de Madrid que serían ocupados por embajadas de diferentes países. 

James Clifford en su libro "Dilemas de la Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna", recoge una carta del siglo XIX con este texto:

4/9/1884

Querido S,
El árbol increíble, Sóphora Japónica, plantado por B. Jussieu, 1747, en el Jardin du Roy, de una semilla enviada desde China por Reverendo Padre d’Incarville, y otras, traídas en “El Levante”.

Extrañas cosas, llenas de vida e históricas (de ningún modo como aquellas sequoias con anillos fechados, 1492, 1776, 1814; o “la cama en que durmió Napoleon”).

Estamos viviendo en un tiempo y espacio planetario-humano… la Era del Descubrimiento transplantada. Sobreviviéndonos.

De paso, hay una nueva librería con una buena sección de poesía, Mouftard y Pot de Fer: “L’Arbre Voyageur”.

¿Pasarás por California este invierno?

Los jardines del Pártal, el paseo de las torres y, al fondo, El Albayzín,
desde el mirador de la Sóphora Japónica del Parador de San Francisco.
Desde Madrid, ya desde una perspectiva romántica, se enviaron dos semillas de la Acacia Sóphora Japónica, a Granada, una iría destinada para el Jardín Botánico de la Universidad y la otra para las colinas de la Alhambra. 


El Sacromonte y la torre de los Picos
desde el mirador de la Sóphora Japónica del Parador de San Francisco.
Se desconoce por qué se decidió plantarla en los jardines del Parador de Granada, aunque las dos semillas de Acacia Sóphora Japónica en Granada se plantaron en antiguas propiedades desamortizadas a la Iglesia.


La torre de la Cautiva
desde el mirador de la Sóphora Japónica del Parador de San Francisco.
En la actualidad, y durante los últimos 30 años, se han plantado ejemplares de Sophora Japonica en diversos lugares de Granada, como en el Parque de las Ciencias.

En botánica, su sinónimo es Falsa Acacia de Japón, siendo en su origen esta especie se la  consideraba parte del género Sóphora, pero luego se reclasificó; Sóphora comprende 50 especies de las regiones cálidas, entre las que destaca la Sóphora Japónica o Acacia de Japón, de madera valiosa y muy estimada como árbol de sombra.

Los jardines de El Partal y, al fondo, el palacio de Carlos V
desde el mirador de la Sóphora Japónica del Parador de San Francisco.
Linneo dijo acerca de la Sóphora, en el Hortus cliffortianus (1737):

"Sóphora vel Sophera ets verbum antiquum plantae, huic proximae…"
Sophera aparece por primera vez en Prospero Alpino (1592)
sería el nombre en Egipto de un sen (Senna sp. Pl.)”

Grabado de la Falsa Acacia de Japón,
Sóphora Japónica E353 - Siglo XIX.
La palabra árabe Sufairâ, que significa amarilla, fue el nombre dado en la antigüedad a algunas especies similares al sen y que fue aplicada a este árbol; Sufairâ es el nombre de una especie de fustete oriental y, a través del latín moderno, Sophera o Sóphora.

La Acacia Sóphora Japónica es un árbol que puede llegar a medir hasta 25 m. de altura, el tronco es recto y la corteza oscura y agrietada longitudinalmente. Las hojas son compuestas y caducas.

Las flores aparecen en verano, son de color crema y se presentan en racimos. El fruto es una legumbre carnosa, con estrangulaciones entre las semillas. La madera es amarillenta y sólo se usa en ebanistería. Se emplea mucho como ornamental, se trata de una especie muy vigorosa, aunque encontrar en Europa Central un ejemplar con flores y frutos abundantes sea más bien excepcional.

Pagoda de Japón con un jardín que tiene 2 grandes Sóphoras Japónicas.
También es llamado árbol de la miel, árbol de las pagodas y falsa acacia del Japón, es un árbol originario de China, desde donde fue introducida en Japón en el siglo XIII donde se plantaba en las pagodas y en las tumbas de gente honorable y de samuráis, aunque una leyenda china cuenta que un pastor construyó una vivienda con maderas de  este árbol y cuando transcurrió un mes desde que la habitaron, de repente, encontró a toda su familia muerta, sin signos de violencia y en la China milenaria se creía que los demonios se sentían atraídos por este árbol y que, por lo tanto, no era adecuado utilizar su madera para construir sus casas y, tal vez por ello, las acacias locas rara vez crecían cerca de una vivienda, pero si en las pagodas y en las tumbas de gente honorable y samuráis.

En España, aunque llegó a finales del siglo XIX, no comenzó a utilizarse con profusión en jardinería hasta el XX, siendo su cita más antigua en nuestro país es el "Catálogo de árboles frutales, forestales y de adorno 1880-1881", del establecimiento de Horticultura de Eduardo Barrera (Barrera, 1880), en el catálogo de principios del siglo XX, de "Jardín Florita. Establecimiento de Arboricultura y Floricultura", de Luis Rodríguez Boró, que describe la especie "Hermoso árbol; forma grandes y tupidas copas; sus hojas son parecidas a las Acacias, de verde más obscuro"; en el "Tratado elemental de Agricultura", de Leopoldo López Sancho, de 1894, y en Rivas Goday & Bellot, en el año 1948, que cita una Acacia Sóphora Japónica en la localidad gienense de Santa Elena.

Flores de la Acacia Sóphora Japónica en el mes de Agosto.
De sus milenarias propiedades medicinales, que en China son 50, ya que utilizan todas las partes de la planta, contienen un principio purgativo tan activo que incluso, torneando la madera se pueden sufrir cólicos; dicen que si las hojas que caen en otoño lo hacen en agua de estanques, vuelven esas aguas laxantes y los frutos se usan como purgante y el extracto de las hojas y, sobre todo, los frutos se usan para adulterar el opio y de sus botones o capullos de flores, se extrae un tinte muy valioso para teñir la seda amarilla en China.

La corteza, las semillas y la cubierta del fruto son bastante venenosas y se le desconocen alergias, pese a ser leguminosa, pero de él se extrae la Quercitina, una sustancia que es capaz de reducir o evitar muchos procesos inflamatorios en los que interviene la histamina. Sus flores son melíferas y los frutos al caer ensucian las calles.


En China y Japón emplean las flores, corteza y hojas para extraer un colorante amarillo. De su corteza se obtenía un tinte amarillo que servía para teñir las vestiduras del emperador y da una miel de muchísimo sabor para la casa imperial, hoy da una producción de unos 300 kg/ha. En la actualidad, de sus flores se extrae una sustancia que ayuda a prevenir ataques del corazón.

Grabado del Emperador de la dinastía Ming Chongzhen,
que se ahorcó en una Sóphora Japónica en 1644.
En Beijing, el Parque Jingshan, cerca de la Ciudad Prohibida, hay una Sóphora conocida como el “Árbol Guilty”, que es sin duda el árbol más famoso del parque, ya que en él se ahorcó el último Emperador de la dinastía Ming, Chongzhen, quien se ahorcó en 1644, cuando hubo un levantamiento popular. 

El Jardín de las Sophoras es el lugar para la ceremonia de sacrificio de los antepasados.
Desde hace mas de 600 años, en el Jardín de las Sóphoras, situado en el palacio de los Ming, está la "Gran Sóphora de Oro", en el jardín 2, conocida como la "Sóphora Hongdong", lugar donde se celebran las ceremonias de los chinos que van a encontrar sus raíces y a conmemorar a sus antepasados.
La Gran Sóphora de Oro, se encuentra en el Jardín la Sóphora, en el jardín 2,
llamada Gran Sóphora Hongdong.
En Europa, en el patio interior del Colegio Femenino de Arras, en Leuven, cerca de Bruselas, se encuentra el "árbol de la gran pena". Se trata de una hermosa Sóphora Japónica o árbol de la miel (del S. XVIII) donde las numerosas jóvenes se despedían de sus novios cuando debían regresar a sus habitaciones a las 19.00 horas.

LIBRO RECOMENDADO:


ÁRBOLES ESPECIALES DEL MUNDO.
(Remarkable trees of the world)
T. Pakenham. 2002.
Londres (Reino Unido)
Weidenfield & Nicolson. 
                   ISBN 0-297-84349- 4                   

Este libro singular, bellamente escrito, complacerá a todos los amantes de bosques y árboles. 

Después del éxito de su obra Meetings with remarkable res, centrada en Gran Bretaña e Irlanda, Pakenham se lanzó durante cinco años a la caza de 60 de los más espectaculares árboles del mundo, equipado con una cámara y con el entusiasmo de un explorador del siglo XIX.

El libro presenta gigantes, enanos y matusalenes del mundo arbóreo, con algunos ejemplares ya bien conocidos junto a otros captados por la cámara por primera vez. La publicación combina fotografías elocuentes con un texto animado adornado con cuentos de intriga.

Pakenham cuenta, por ejemplo, que el mayor árbol pagoda (Sóphora Japónica) fuera de China o Japón está en los Estados Unidos, pero no está incluido en el Registro de Árboles Campeones Americanos porque es una especie foránea. Habla también de un baobab hueco de Sudáfrica que contenía un bar durante la fiebre del oro de 1880, al parecer con espacio suficiente para acoger a 15 sedientos mineros alineados en la barra.

Bar dentro de uno de los árboles Baobab más grandes del mundo,
de más de 6.000 años de vida y 22 metros de altura
en la granja Sunland, en Modjadjiskloof, cerca de Johanesburgo.
Mezclando hechos y leyendas, el autor muestra cómo estos árboles están insertos en su entorno y en las vidas de quienes han habitado junto a ellos. Esta celebración de la personalidad, la historia y la identidad cultural de árboles hermosos forzosamente subraya la importancia de su protección y conservación.

El capítulo final es un serio alegato a favor de los árboles en peligro, que denuncia las amenazas del crecimiento humano, la pobreza y la tala abusiva.

La Sóphora Japónica del Parador de San Francisco
en un atardecer al comienzo de la primavera de 2011.


"Si piensas en meses, siembra cereales,
Si piensas en años, planta árboles,
Si piensas en siglos, educa niños."

Proverbio chino.
Bruno Alcaraz Masáts © 2013