lunes, 15 de febrero de 2016


La Escuela de Música Andalusí
en la Granada musulmana.

 “La cultura islámica que vivió más de siete siglos y dejó un gran influjo en
la península ibérica, desde el año 711 que se inicia la presencia árabe,
hasta un siglo después de 1492, final del último reino Nazarí de Granada.

Las fronteras que dibujamos en los mapas, impermeables y peligrosas para los ejércitos, son sin embargo porosas y tentadoras para el trasiego de músicos y poetas.
Con la expulsión de los últimos moriscos de La Alpujarra - quién sabe si herederos de los primerísimos musulmanes asentados en Granada, venidos de Siria - el canto andalusí parecería haber sido condenado al confinamiento en el recuerdo de los desterrados; pero la victoria oficial, con su contracara inevitable de derrota y humillación, no pudo impedir que el arte musical morisco se infiltrara en el folklore andaluz para fecundar el flamenco; mezclados en el crisol de la marginación con gitanos y trashumantes de toda laya, los últimos moriscos legaron a nuestro cuerpo musical medieval sus melismas, esa inconfundible manera de vocalizar que, más allá de pruebas musicológicas, hace girar la cabeza a cualquier andaluz cuando oye el canto del almuédano.

Sólo así entendemos que musulmanes y cristianos, enemigos irreconciliables hace cinco siglos en el campo de las armas, se dieran la mano en el de las letras y las melodías.
Y no sólo se abrazaron pueblos de uno y otro lado de la linde, como en nuestros vívidos romances fronterizos, sino que tierras en apariencia tan lejanas como Granada y Siria, o tiempos tan remotos como el siglo XV y el XXI, comparten versos y músicas:

Miniatura donde se observa a Darwishes giróbagos danzando.
En Alepo aún se escuchan las moaxajas de su escuela andalusí, joya traída de un exilio antiguo, como aún resuena aquí su versión castellana, los villancicos, de los que cientos fueron recogidos en nuestros cancioneros del Renacimiento.

Cómo esos ancestrales parientes artísticos unen hoy sus voces, cómo los atávicos recuerdos de un pasado remoto salvan tiempos y distancias para hacerse música nuestra, viva y palpitante, una música heredera de los tiempos de al-Ándalus.

La Nuba o el esplendor poético-musical de Al-Ándalus.
Según Averroes, la música de al-Ándalus fue cultivada
n los reinos de Granada y Sevilla con mucha pasión.

La música andalusí (también llamada arábigo-andaluza), es un estilo de música árabe, que se dio en al-Ándalus entre los siglos IX y XV y en la actualidad se da en todo el norte de África.

Al-Ándalus fue durante siglos la frontera occidental del Islam, lo que le otorgó un lugar de privilegiado en las leyendas y mitos de la relación del Islam y la cristiandad medieval.
En los momentos de auge del Califato de Córdoba y de los reinos de Taifas, existió un gran influjo cultural tanto en la España cristiana como en Francia e Italia, a través de músicos musulmanes y judíos.

El florecimiento poético-musical de Al-Ándalus llega a su cima en la forma de Nuba (Nawba)

Su creador fué Ziryab, el músico más celebrado del occidente árabe. Su nombre viene a significar "mirlo", y procede del apodo que le fue puesto por su color moreno y la dulzura de su voz.
Miniatura de Zyriab, "El Mirlo", en la que él toca el laúd.
En la corte de Bagdad de Harum al-Rasid (786 – 809), se ganó el favor del califa por su talento y virtuosismo tañendo el laúd.
Su celoso maestro Al Musuli le obliga a salir de Persia, llegando a instalarse tras muchas aventuras en la Córdoba de Abd al Rahman II (822 – 825).
Ziryab creó en Córdoba lo que se puede considerar
el primer Conservatorio de Música del mundo islámico.
Miniatura del Códice de las Cantigas de Alfonso X el Sabio
Allí funda una escuela musical creando el laúd, que posteriormente se implanta tanto en la España cristiana como en el Norte de África, y formando la primitiva estructura de la Nuba (Nawba).
Nawba significa "turno", música ejecutada para un señor en forma de collar, en el que cada cuenta es una canción de diferente tamaño y forma.

Laúd árabe en una muestra de arte Abasid.
Así cada Nawba es un grupo de canciones que se enlazan unas con otras, en movimientos según una estructura rítmico-métrica, y que tienen un mismo ‘color’, que es su modalidad musical.
El número de canciones es variable, siendo organizado para cada sesión musical. Las medidas o movimientos rítmicos originariamente son cuatro: Basît, Qaym wa Nusf, Bitâyhî y Qudâmm.

Los nombres de la Nuba corresponden al modo musical básico sobre la que están compuestas. Estos modos tienen un oficio musical, otro psico-somático atribuyéndoles influencia sobre los estados de ánimo, y otro cosmogónico siendo propicios para ser interpretados en determinadas horas del día.
Moneda abasid con la representación de un músico tocando un laúd primitivo.
En el siglo XIII, con la conquista de Córdoba y Sevilla por Fernando III, rey de Castilla y León; y la de Valencia por Jaime I de Aragón, comenzó la emigración de los hispano-árabes hacia Granada y a diferentes ciudades del Norte de África.
Las escuelas musicales que emigraron al reino nazarí de Granada se incorporaron a las ya existentes en las Madraza de la medina y en la Madraza de la Alhambra.
Ese éxodo progresivo en la reconquista cristiana, desbarató las escuelas musicales de Al-Ándalus, asentándose de nuevo según el siguiente esquema:

-          Sevilla en Túnez y Libia, Córdoba y Granada en Argelia (Orán, Argel,…)

-          Granada y Valencia en Marruecos (Fez, Tetuán, etc.)
Mientras en sus nuevos asentamientos, estas escuelas se enriquecieron convertidas en música culta de salón, o en cofradía religiosa; en la España cristiana siguieron evolucionando adquiriendo un carácter popular mezclado en la tradición.

Óleo de un pintor romántico donde se recoge la música andalusí.
A la música que se tocaba en las escuelas de música de Granada y de al-Ándalus, se las conoce hoy en el norte de África, en Argelia, Túnez y Marruecos como "Músicas de Granada".

El Romance de Abindarraez

El tarab, en árabe arrebato, también estado extático o embeleso místico,
que dio origen a la palabra ''trovador''.
El Romance de Abindarraez podría ser el poema final que se cantó a la partida al exilio.
El Reino nazarí de Granada, también denominado Emirato de Granada o simplemente Reino de Granada, fue un estado islámico de la Edad Media situado en el sur de la Península Ibérica y en Ceuta, con capital en la ciudad de Granada.

Fundado en 1238 por el nazarí Muhammed I ibn Nasr, siendo su último rey fue Boabdil el Chico, derrocado por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492 tras la toma de la ciudad de Granada.
El kànûn, utilizado para marcar la melodía de un romance narrado.
El reino sobrevivió en esta precaria situación gracias a su favorable ubicación geográfica, tanto para la defensa del territorio como para el mantenimiento del comercio con los reinos cristianos peninsulares, con los musulmanes del Magreb y con los genoveses a través del Mediterráneo, lo que hizo que tuviera una economía diversificada.
Sin embargo fue perdiendo territorios paulatinamente frente a la Corona de Castilla, hasta su definitiva desaparición tras la Guerra de Granada, mantenida entre 1482 y 1492.
El reino nazarí de Granada sería el último estado musulmán de la Península ibérica, la antigua al-Ándalus.

Tras esto fue definitivamente incorporado a la Corona de Castilla como reino de Granada:
El Rabel árabe que aparece en la cantiga 170 de Alfonso X.
Como se aprecia en la miniatura la tapa es de dos materiales distintos.
Texto del romance Abindarraez

La mañana de San Juan, al tiempo que alboreaba, gran fiesta hacen los moros, por la vega de Granada.
Revolviendo sus caballos, jugando van de las lanzas; ricos pendones en ellas labrados por sus amadas, ricas aljubas vestidas, de oro y de seda labradas.
El moro que amores tiene, allí bien se señalaba; y el moro que no los tiene, de tenerlos procuraba.
Míranlos las damas moras desde las torres de Alhambra, entre las cuales había dos de amor muy lastimadas.
La una se llama Jarifa, la otra Fátima se llama; solían ser muy amigas, aunque ahora no se hablan.
Jarifa llena de celos, a Fátima le hablaba: - ¡Ay Fátima, hermana mía! ¡Cómo estás de amor tocada!
Solías tener colores, veo que ahora te faltan, solías tratar amores, ahora obras y callas.
Pero si los quieres ver, asómate a la ventana, y verás a Abindarráez y su gentileza y gala. Fátima como discreta, desta manera le hablaba:
- No estoy tocada de amores, ni en mi vida los tratara, si se perdió mi color, tengo dello justa causa, por la muerte de mi padre, que aquel alavés matara.
Y si amores yo quisiera, está, hermana confiada, que allí veo caballeros en aquella vega llana, de quien pudiera servirme y dellos ser muy amada, de tanto valor y esfuerzo, cual de Abindarráez alabas -.

Con esto las damas moras pusieron fin a su habla.
Bruno Alcaraz Masáts. ©