viernes, 23 de septiembre de 2016

La Acequia Real de la Alhambra
La acequia Real de la Alhambra permitió levantar toda una ciudad
de jardines con canales, albercas, fuentes y surtidores
en la cumbre de la colina de la Sabika
El jardín de las antiguas culturas mesopotámica, egipcia y persa derivó a la cultura islámica con los condicionantes que se daban para la localización del agua.

La escasez de agua en Arabia, zona de nacimiento del Islam, donde las altas temperaturas y la tierra árida fueron el determinante para conseguir, utilizando diversos recursos, un jardín con una atmósfera ambiental que lo diferenciara de su entorno natural.

El jardín islámico tiene una función de ostentación del poder y de prestigio social y se convierte en la vivificación de un trozo de desierto, en un nuevo oasis conseguido con el aporte de agua, considerando a ésta como un bien supremo y como el origen de la vida.

La piscina del harem - Jean Leon Gerome - 1898
El Corán reconoce al agua como origen de la vida, como un don de Alá, y el Islam es una cultura donde el agua se halla muy presente en los ritos religiosos y en la vida cotidiana.
¿No véis el agua que Alá ha hecho descender del cielo y,
por medio de ella, todo verdea sobre la tierra''

El Corán (sura 22, aleya 63)

La acequia, del árabe al-assáqya, y este del árabe clásico sāqiyah, irrigadora, es una zanja o canal que se labra en la tierra y por donde se conduce el agua, mediante acueductos y norias, para alimentación y riego, fueron las principales obras de ingeniería que emplearon los andalusíes para la distribución del agua, tanto en grandes predios como en pequeños jardines.

Cuando llegaron en 711 a Hispania, los árabes se encontraron una red de acequias romanas y reaprovecharon su estructura mediante la ampliación y la intensificación en su uso, con la creación de acequias mayores, menores y brazales que, con un ingenioso sistema de distribución del agua, fue la base de una emergente agricultura.

En Granada, tanto El Albayzín como la Alhambra, eran zonas carentes de agua continua en sus cotas superiores y así, la dinastía zirí, que se instaló en El Albayzín y la dinastía nazarí que se trasladó a la colina de la Sabika, crearon dos acequias con usos distintos.

Los ziríes trazaron la acequia de Aynadamar desde Fuente Grande, en Alfacar, y dieron agua mediante una red de algibes a toda la población en El Albayzín, en tanto que los nazaríes trazaron la acequia Real de la Alhambra para abastecer de agua la ciudadela de poder, creando en la Alhambra una ciudad del poder dentro de la ciudad de Granada.


Vista aérea de los las jardines del Paltal y, al fondo,
el patio de los Leones y el patio de los Arrayanes 
Para el médico y visir Ibn al-Jatib ''El agua es uno de los pilares del cuerpo'' y el poeta Ibn Zamrak dejó escrito en los muros y fuentes de la Alhambra:

''¿No veis como el agua corre por los lados y,
sin embargo, se oculta después
para surgir por los caños?''

Estos pensamientos eran el exponente de que para la arquitectura islámica, el agua era un elemento esencial donde su sonido y transparencia causaban un estado de relajación y bienestar, ya que el agua de la Alhambra está omnipresente en los jardines, en las almunias y en los patios interiores a través de canales, fuentes, surtidoes, estanques interiores y albercas.

Su forma está determinada por un elemento arquitectónico que la contiene, apareciendo unas veces de forma estática, contenida en estanques y albercas, y otras en movimiento, circulando a través de canales y acequias, para salir por surtidores y fuentes, ofreciendo el agua un fondo visual y sonoro continuos.

El patio de los Arrayanes, pensado para absorver o reflejar la luz.

La cultura islámica considera la luz un símbolo de armonía y bondad y cada elemento de los palacios nazaríes y del Generalife están pensados para absorber o reflejar la luz, donde la arquitectura, a través de arcos y yeserías caladas la introducen al agua en rayos y puntos de luz.

Ibn Zamrak dijo que el agua, la luz, la arquitectura y la vegetación, como elementos comunes de la Alhambra, provocaban una sinfonía estética que definió como ''un recreo para los ojos''.

La escalera de agua es ''un recreo para los ojos''.
El caudal del río Darro tiene su origen en los manantiales del Parque Natural de la Sierra de Huétor.

Muhammad I, primer sultán nazarí, comenzó a edificar la Alhambra en el siglo XIII y ordenó la construcción de una acequia para crear un sistema de suministro de agua permanente, constante y estable.

La Alhambra de Granada es un castillo erigido por los nazaríes.
La Acequia Real de la Alhambra, que canalizaría el agua procedente del río Darro, se convirtió en el eje de un poblamiento definitivo de la colina de la La Sabika, en donde se edificarían la Alcazaba, zona castrense, los palacios nazaríes, zona de la corte, la Alhambra alta, zona de la nobleza hispano-musulmana y la Mezquita, los baños árabes y los jardines del Generalife, ubicados estos últimos en el Cerro del Sol. 

El azud de la acequia Real de la Alhambra, en el río Darro,
cerca del cortijo de Jesús del Valle.
El caudal de la Acequia Real parte de la Presa Real, situada en un paraje llamado Jesús del Valle, y es la que deriva el agua del río Darro en un trayecto de seis kilómetros y discurre atravesando las huertas del Palacio del Generalife hasta llegar a la Alhambra.

La Acequia Real de la Alhambra quedaría dividida en la época nazarí en dos ramales antes de su entrada al Generalife, la acequia del 'Tercio', que circula a una mayor altura, y la Acequia Real, también conocida como la acequia de los 'Dos Tercios', con una trayectoria más baja. Los nombres de ambas conducciones se relacionaban con la proporción de agua que recibía cada una.

Plano topográfico de la Alhambra y de El Generalife
La Acequia Real abastecía primero al Generalife y a sus huertas, y después a la Alhambra, donde penetraba a los palacios, baños, mezquitas, casas, pilares, aljibes y jardines por un acueducto, mientras que otro ramal de esta acequia también suministró agua a los barrios de la ciudad de Granada que se sitúan bajo la colina de La Sabika.

El acueducto primitivo, que porta el agua de la Acequia Real
de la Alhambra, se observa en primer plano,
al fondo figura el reciente acceso peatonal.
Tras la Toma de Granada en 1492, la acequia musulmana sería sustituida por otra excavada en la tierra y reforzada con piedras en la base y en los laterales.

A lo largo de la época moderna, la acumulación de limos arrastrados por el agua provocó que el cauce se fuera elevando hasta el nivel de la acequia actual, que discurre a 0,5 metros con respecto a la superficie.
La acequia Real de la Alhambra es también llamada acequia de la Alhambra, acequia del Rey, acequia de Alcotán y acequia del Sul.

Los albercones de la Alhambra, situados en El Generalife.
El agua de la acequia Real de la Alhambra se almacenaba en los albercones, de época nazarí, con el objeto de ampliar los terrenos de cultivo de la almunia del Generalife, elevándose hacia ellos mediante aceñas y la única noria de sangre y el único qanat que se conocen en todo el recinto.

Plano de los albercones, donde se observa el trazado de qanat,
donde estaban las aceñas y la única noria de sangre de la Alhambra,
que descargaban el agua en el Albercón de las Damas (A).
Bruno Alcaraz Masáts 

sábado, 17 de septiembre de 2016

TRAS EL MITO DE LA ''ORZA DE ORO''
Artículo publicado a doble página en IDEAL.
Los tesoros de moros, moriscos, judíos y piratas permanecen ocultos
en montañas, cuevas, sótanos y murallas de Granada.

Tierras de historias y leyendas de grandes riquezas abandonadas 
tras la conquista de Granada y la guerra de las Alpujarras.

Por JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE
Publicado en Diario IDEAL / Waste Magazine

Morayma, la esposa de Boabdil, escondió sus más preciadas pertenencias en los alrededores del castillo de Mondújar. 

Poco antes su suegro, Muley Hacén, mandó buscar tres diamantes negros escondidos por Alhamar, en grutas de las altas cumbres de Sierra Nevada, mientras Aixa, su esposa despechada, dejó su ajuar en los muros del castillo de Salobreña, y años más tarde, con la expulsión de los moriscos y judíos, los cerros de Granada, la Alpujarra y tierras del noreste y del poniente, se llenaron de recónditos escondrijos en los que ocultaron orzas repletas de monedas de oro y piedras preciosas que aún esperan a ser recuperadas cuando, algún día, las familias vuelvan de su destierro centenario.

Morayma, la esposa de Boabdil, escondió sus más preciadas pertenencias
en los alrededores del castillo de Mondújar. 
La noticia de la muerte de un joven pastor de procedencia marroquí en una finca de Zamora, en agosto de 2016, mientras buscaba un tesoro escondido desde hace siglos, no resulta extraña en tierras del Reino de Granada, donde se encuentran los orígenes de muchos de los supuestos tesoros escondidos por los moriscos o mudéjares que tras la conquista de la capital nazarí se vieron obligados a marchar a tierras castellanas, y después a huir de ellas tras las órdenes de expulsión, por lo que ocultaron las riquezas que les quedaban, en muchos casos procedentes de legados familiares, donde pudieron, unos en tierras de Granada, antes del destierro, y otros en los lugares donde fueron llevados como esclavos. 

Documentos de ayuntamientos y tribunales narran numerosos casos de personas que fueron descubiertas enterrando sus riquezas, y otras que, tras asentarse en sus nuevas tierras y antes de que se decretase la expulsión, pidieron a las autoridades permiso para desplazarse a los lugares donde habían dejado ''a buen recaudo'' sus más preciadas posesiones, como recoge el historiador Barrios Aguilera en un trabajo sobre ''Tesoros moriscos y picaresca'', que narra el caso de Luis Gostín, un vecino de Zaragoza que en 1580 «pide licencia al rey para recuperar los ocho o nueve mil ducados que dejaron escondidos al salir del Reino de Granada».

El casco de Boabdil expuesto en 1992 en el balcón de Lindaraja.
La capital granadina es fuente de la mayoría de las leyendas sobre tesoros escondidos y pasadizos que conducen hacia grandes yacimientos auríferos. 

La colina de la Alhambra, la Sabika, y el Cerro del Sol, han sido siempre objeto de seguimiento por parte de ''tesoreros'' (profesionales que aunque en el argot de los arqueólogos se trata de personas que buscan piezas arqueológicas, en realidad su objetivo primordial fue siempre la búsqueda de oro, monedas y piedras preciosas). 

Desde poco después de la Toma de Granada, algunos puntos de las laderas de Valparaíso, las más cercanas a la ciudad y la actual Abadía, fueron materialmente agujereadas para buscar las ''ollas de oro'' escondidas por nazaríes adinerados antes de la llegada de las tropas castellanas. 

En el Barranco de los Negros, en el Sacromonte, las leyendas cuentan que numerosas personas de raza negra, esclavos liberados tras la conquista de la ciudad, horadaron gran parte del barranco en busca de los cofres y orzas escondidas por sus antiguos amos antes de la caída de Granada. (…)

Leer más. Reportaje completo. Vídeos, fotogalerías y datos en Waste Magazine. http://waste.ideal.es/tesoros.htm

Escrito por JUAN ENRIQUE GÓMEZ Z Y MERCHE S. CALLE.
Publicado en Diario IDEAL
Waste Magazine 

Bruno Alcaraz Masáts